Y
entonces comprendes que todo ocurre por algo. Cuando todo explota en mil
pedazos y lo único que te quedan son un montón de Abriles guardados debajo del
brazo. Cuando el corazón se para y tu sonrisa se desdibuja entre las gotas
saladas de tus ojos. Cuando todo se acaba y quieres salir huyendo. Cuando las
palabras que siempre quisiste decir se quedan en tu garganta y no consiguen
salir.
Cada uno toma su camino sin mirar atrás. Cada
uno se lleva sus sentimientos a otra parte. Yo me quedo parada en medio de la
nada. Enciendo el reproductor, huyo a mi rincón escondido y derramo una por una
todas las lágrimas que he ocultado para que tú no las vieras. El mundo se para
en aquel instante en el que nuestros labios se rozaron por primera vez aquel
día 4 de Abril. Más lágrimas y un corazón roto que quiere escaparse de un pecho
congelado.
Pero aprendes. Aparecen ellos, tus
superhéroes o, mejor dicho, tus amigos. Esos amigos que te llaman en ese
momento tan complicado para animarte, para decirte que todo saldrá bien, que
probablemente aquella separación sea lo mejor.
Está Ella. Su piel ligeramente tostada
siempre contrasta con tu piel más
morena. Es risueña y siempre te sorprende, incluso plantándose en tu puerta un
Martes cualquiera a sorprenderte. La primera persona que conoce la verdadera
historia. Y luego está Él, tu mejor amigo, esa persona que, desde hace 5 años,
te saca las mejores sonrisas, que consigue que en un día duro acabes haciendo
el tonto por las calles de tu ciudad, que te lleva a caballito y te invita a
helados para hacerte olvidar. Ese amigo que borra fotos y conversaciones, ese
amigo que te dice que la vida sigue y que eres demasiado bonita para seguir
llorando. Y luego están Ellas, tus pequeños Lacasitos. Llegaron hace
relativamente poco pero te han calado bien hondo. Sus locuras te divierten y
prometen que, a su llegada mañana a la capital, te harán reír y olvidar que
estás mal. Esas pequeñas personitas de colores con personalidades tan distintas
pero tan buenas amigas.
Entonces el día llega a su fin y te da por
hacer balance. Has llorado mucho, eso es cierto, pero al final has sonreído.
Has contado lo que sentías, has caído y está comenzando a levantarte. Personas
que nunca creíste que estarían ahí te apoyan y la realidad no parece tan dura
mientras Dorian suena en el reproductor. Al final de aquella dura verdad lo
único que te queda es un corazón roto, unos sentimientos que muerden, unos ojos
enrojecidos y un dolor de cabeza insoportable.
Todo acaba, te repites mientras apagas el
ordenador y te despides de la última persona por hoy. Lo que no tiene que ser
no es, dicen, y la vida sigue contigo o sin ti. Entonces trasteas un par de
minutos más con ese collar entre tus dedos preguntándote qué será de ti cuando
cojas ese avión, pero esa es otra historia. Supongo que fueron demasiados
Abriles.
Siempre hay alguien que hace todo para que pueda ir mejor.
ResponderEliminarNo sabes las ganas que he tenido de volver a coger ese mismo tren y liarte la misma que el martes de hace una semana. Pero esperaré, tendré paciencia y tendrás tu fin de semana princesita.
Prometo que tú eres mejor que nada ni nadie para caer así.
Eres especial, lo sabes.
Te quiero Nana.