A veces pienso que voy a
romperme. Los días siguen pasando en el mes de Abril y yo siento que esas
semanas que viví con él hace relativamente poco hubiesen sido hace mil años. Es
extraño pero le echo de menos. Todos los días me obligo a seguir mi rutina:
clases, estudio, gimnasio, para no tener tiempo de pensar en él pero su sonrisa
aún sigue apareciéndoseme en los momentos que menos me lo espero. Me sobrecoge
la idea de pensar que no voy a volver a despertarme en sus brazos en estos dos
meses que me quedan en esta fría ciudad. Estoy triste. Después de todo lo que
nos dijimos, después de todo lo que sentimos, parece que se ha abierto un
abismo incluso más grande entre nosotros. Ya no hay risas, ni mensajes, ni
ganas de vernos por su parte. Ya no hay ilusión, ni esperanza y, todas esas
sorpresas que le preparé me miran como burlándose de mí en las estantería de mi
dormitorio. ¡Qué cruel es la vida! O que estúpida soy yo. Qué estúpida he sido
al pensar que esta vez sería diferente, que no sería una más de las mil en las
que acabaría sintiéndome sola. Sola y desamparada en un mundo que parece que ya
no es el mío.
Cojo aire. Miro la maleta y
pienso que aquel cambio de aires, aunque sea por una semana me puede hacer
bien. Pero estoy sentada en el borde de mi cama escuchando Daughtry en el
reproductor y eso no ayuda. Mis amigos me han escrito al teléfono pero no tengo
ganas de ver a nadie. Estoy apática y no me apetece hacer planes o fingir que
estoy bien cuando no lo estoy. Quiero estar sola y ellos no lo entienden. Puede
que sea porque no les he contado que en realidad mis días de este segundo
cuatrimestre habían comenzado a contar desde aquellos tres días en casa de él, y
que ya no quería seguir con esto si no lo tenía a él. Me mirarían extrañados.
Me dirían que debo avanzar y las cosas seguirían como siempre.
Ya no sé qué pensar. Ni siquiera sé
si después de estos días alejada de todo voy a querer regresar. Antes sentía
esta ciudad como mi casa, al menos como la segunda de ellas. Nunca había sentido que me faltaba algo hasta que
apareció él y cambió las cosas. Y ahora se había ido...Pero tampoco puedo
volver a mi vida antes del Erasmus porque siento que tampoco es mi vida.
Echo de menos a mi familia pero no quiero volver, tampoco quedarme aquí. Ya tengo otra vez en mi mente el pensamiento de huir, de abandonar, de marcharme
lejos, desaparecer y que nadie me busque. Necesito que la gente deje de
esperar cosas de mí. Necesito su sonrisa o simplemente la manera de volver a
sentirme como antes de que fuéramos más que amigos.
Pero parece ser que el problema
es que el mundo cambia, la gente cambia y yo no. Estoy entre la espada y la
pared y no consigo encontrar la manera de soltarme. Me siento perdida, sin
metas ni objetivos. Me siento como si me hubieran arrancado de raíz las ganas
de vivir, la personalidad alegre que siempre me había caracterizado. Necesito
salir de aquí. Necesito conseguir olvidarme de él o no extrañarlo tanto.
Necesito cerrar la maleta y sencillamente desaparecer una semana. Puede que las
cosas vayan mejor. Puede que me ayude a sentirme menos desdichada y encuentre
mis ganas de continuar. Puede...
Puede que ese cambio de aires te venga bien. Un consejo visita un sitio que te de buenos recuerdos, de tiempos en los que él aún no estaba.
ResponderEliminarUn beso pequeña!
Ah! Tu cambias mucho de un año a otro, te lo dice una que te ve poco y no puede seguir tu ritmo ;)
Muuuaaaak!
Te quiero.
cruda realidad. Hay veces que nos gustaría que esa frase de "que paren el mundo que yo me bajo" fuera real, y que podríamos hacerlo.
ResponderEliminarY aunque parezca que no va a pasar nunca esa mala racha al final pasa, a pesar de que no tengamos ganas ni de que pase, que es preferible quedarse en la cama mirando a la pared sin pensar en nada y que de repente un recuerdo, una imagen, una canción, un mensaje inesperado nos rompa de nuevo en pedazos.... pero todo pasa.
Por cierto... me suscribo ;) Me gusta mucho el blog
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