Tres historias paralelas al mismo tiempo:
quien era, quien soy y quien quiero ser. Echar de menos y perderse en el
principio. Ser feliz, a ratos, a intervalos lúcidos entre la madurez y la
niñez. Quererse, a veces, pero siempre con reparos y rencores. Y olvidar,
empezar de cero y sentir que el mundo no ha podido golpearte más fuerte. Los
desafíos ahora se tornan como muros infranqueables por los que te ves incapaz
de escalar. Te desgarras los nudillos, gritas con fuerza y desistes al segundo intento.
A veces los muros infranqueables no merecen la pena, te dices a ti mismo para
convencerte.
Es la lucha entre la estupidez y la cordura,
la decisión entre ser valiente y quedarse o reconocer lo obvio y retornar al
principio. Pero, ¿al final cuál es la verdad de mis insomnios? Entonces se
resquebraja una mirada, la suya, y el mundo se para en el preciso instante en
que su sonrisa torcida se dibuja en mi mente. Era feliz, seré feliz, pero ahora
mismo, en este preciso instante, siento que no puedo permitírmelo.
Entonces avanzo. Hace frío. Estoy en el
tercer piso de un sitio perdido lejos de Milán. Milán, la que debería ser mi
ciudad y mi guía y que ahora siento como el hoyo infinito de mis más profundos
desencantos. Milán con sus calles llenas de vida por las que al caminar, solo,
pierdes el sentido. Milán y su sonido especial, su magia, y yo encerrada entre
cuatro paredes de un blanco hospitalario que me impiden ver el sol.
Y su sonrisa torcida. ¿Qué tiene esa sonrisa?
Pero no lo comprendo. Me siento tan indecisa que no sé por dónde empezar a
sentir primero. Mi corazón ha decidido parar de crepitar y ya ni responde a los
latidos. Sólo se escucha silencio y el miedo llama apurado a mi puerta. Y no
quiero que entre pero cada noche duerme conmigo. Y es traicionero y cruel pero
al menos me hace compañía y me reconforta. ¿Realmente merece la pena dejarlo
entrar aunque me dañe?
Pero ya no vale nada. No consigo ver más allá
de la negatividad de mis pensamientos nocturnos. Intento cerrar los ojos. Un
fuerte dolor inunda mi cuerpo y me siento tan desamparada como el día que pise
el lugar en el que me encuentro. Sí, todo ha cambiado, todo ha cambiado menos
yo que sigo siendo idiota, poco madura y nada independiente.
Ese es el problema. Milán necesita que cambie
para encajar entre sus increíbles extensiones de recuerdos de tantas épocas
pasadas. Milán necesita que crezca, que madure y aprenda a valerme por mí
misma. O quizá no es Milán quien lo necesite, quizá soy yo quien necesite un
cambio. Quizá ahora mismo, ahora que me siento tan perdida, sea el momento de
hablar de los límites infranqueables.
Se te hará difícil una y mil veces, pero quien no arriesga no gana y si no lo intentas te arrepentirás. Yo sé que tu puedes pequeña, si yo pude, tú también. Y a pesar de tus noches oscuras recuerda que, aunque sea en la distancia, yo siempre estaré aquí y eso no va a cambiar ;) Cuando necesites a alguien que te quiera y que te muestre que no estás sola solo tienes que llamarme ^^ Al fin y al cabo eres mi hermana pequeña, ¿no?
ResponderEliminarQuérote princesa <3