9 de febrero de 2013

Pero, ¿qué tienen de bueno los cambios?



Una vez alguien me dijo que a veces está bien echar la vista atrás, repasar los acontecimientos pasados, reflexionar sobre las decisiones acertadas y menos acertadas que tomaste, ver las cosas con una perspectiva diversa. Al cabo de un tiempo, cuando repasas tu vida antes de llegar a donde te encuentras ahora, descubres que no eres la misma persona que empezó esta aventura. Ya no eres la misma niña asustadiza y poco segura de los meses anteriores a que tu realidad actual fuera la que es ahora. Y ves que, las cosas que hasta ahora habían sido el centro de tu mundo, todas los sitios que te marcaron, las personas que estuvieron, han cambiado en el trascurso del tiempo. Tu vida ya no es como antes y nunca volverá a ser igual. Y sí, puede que los cambios asusten, creen incertidumbre y a veces no sean como esperamos pero, ¿qué pasa cuando esos cambios nos acercan un poco más hacía la persona que queremos ser en un futuro? ¿Qué pasa si todas aquellas cosas que antes te habían parecido un mundo ahora son sólo pequeñas estupideces sin sentido?

Hay veces que te das cuenta de todo esto en una tarde fría de Enero al mirar fotos que ni siquiera recordabas que estuvieran ahí. Traes de nuevo a la mente esa manera de reír tan particular, o esas frases fuera de sentido o esas ganas excesivas de llamar la atención de algunos, pensando que, si no hubieras tomado aquella decisión, quizá todo habría seguido estático. Ahora entiendes perfectamente por qué ellos tenían miedo a que te fueras. Tenían miedo porque sabían que, a tu vuelta, la vida que se había construido durante meses y años cambiaría inevitablemente. Incluso tú al principio también tenías miedo pero, ¿miedo de qué? Miedo a no encajar, a no ser quien realmente querías ser, miedo a fallar, a desfallecer, a quedarte a medias. Miedo a crecer y miedo a las circunstancias de ese acto. Y miedo a perder, miedo a dejar de importar, miedo a olvidar...

Pero, con el tiempo y las experiencias, la vida te enseña que los cambios pueden ser algo maravilloso. Puede que te dé por mirar atrás entre tantas cosas inesperadas y tantas quejas y ver como ahora eres feliz y esa felicidad no habría sido posible si no hubieras decidido que el tiempo de cambiar había llegado. Y es, la mayor parte de las veces, el miedo a perder lo que queremos lo que nos impide tomar aquellas decisiones que son importantes y positivas para nosotros. Y puede que todos tengamos en la vida una persona que, si nos pidiera que no nos marcháramos, tiraríamos la casa por la ventana y nos quedaríamos sin pensarlo dos veces. Sin embargo, lo que el tiempo también me ha enseñado es que, si las cosas son de verdad, por muy lejos que estén las personas, por mucho tiempo que pasen separadas, las cosas sucederán si tienen que suceder, y eso es así. Porque todo el mundo evoluciona y porque, si no lo hiciéramos nuestra vida no valdría nada. Porque a veces está bien levantarse una mañana y sentir que todo es posible si se tiene fe en uno mismo y porque, pase lo que pase, el mundo no dejará de girar a no ser que seamos nosotros los que lo detengamos.

4 de febrero de 2013

Los finales son inevitables...

Hay una verdad universal que todos debemos afrontar queramos o no: al final todo se acaba.

Por mucho que deseara que llegase este día, nunca me han gustado los finales. El último día de verano, el último capítulo de un buen libro, separarte de una buena amiga...Pero los finales son inevitables. Llega el Otoño. Cierra el libro. Dices adiós. 

Hoy es un día de esos para nosotros. Hoy nos despedimos de todo lo que nos era familiar, todo lo que nos resultaba cómodo. Pasamos página pero sólo porque nos vamos y eso duele. Hay personas que son una parte tan importante de nosotros que estarán ahí pase lo que pase. Ellos son nuestra tierra firme, nuestra estrella polar y esa voz de nuestro corazón que siempre nos acompañará.

SIEMPRE.