8 de diciembre de 2012

Mira la vida..


Llega un momento en el que comprendes que la vida va de prioridades. Llega un momento  en el que sabes que no puedes tenerlo todo y perderás cosas por el camino. Llega un momento en el que descubres que elegir es algo que haces millones de veces al día aunque a veces no te des cuenta de ello. Eliges tu suerte al despertarte por las mañanas, eliges cuando decides correr o no para alcanzar el autobús, eliges cuando decides hacer una cosa y no otra. Las prioridades son eso, tomar una decisión cuando se te presentan dos o más posibilidades.  Elegir vivir a que te digan la vida que debes vivir. Elegir luchar aunque los demás te digan que deberías tirar la toalla. Elegir dejar tu vida pasada y comenzar una nueva lejos de todo aun sabiendo las consecuencias de tu decisión.

Con el tiempo y la experiencia aprendes que, a veces, ir contracorriente es lo que realmente te hace valioso. No seguir a la masa, no encasillarte, ser diferente puede abrirte una infinidad de puertas pero, escucha, debes saber una cosa. A veces, cuando sabes lo que quieres conseguir, cuando sabes que hay personas que pasarán por tu vida sin dejar huella, debes comprender que estarás solo, que te criticarán por no ser como el resto, que desfallecerás un millón de veces y necesitarás la fuerza y el coraje para levantarte porque, muy pocas veces, habrá alguien ahí que te tienda una mano sin esperar algo a cambio.

Porque la vida es así. Es egoísta y caprichosa. Es cruel y traicionera. Pero también es dulce, sorprendente y gratificante. Porque algunas decisiones te llevan a lugares que jamás habrías imaginado. Porque algunas decisiones te ponen delante a gente que de otro modo no habrías conocido. Porque esas decisiones, a veces tomadas con prisa para huir de algo, pueden cambiarte la vida, pueden ayudarte a madurar y a ver toda tu historia de otra manera. Porque la vida es saber mirar a la vida, saber observar sus detalles, sus atisbos, lo que calla, esconde y a veces dice entre susurros. 

La vida es tan sutil a veces que no nos damos cuenta de que las cosas suceden por algo. De que a veces necesitamos perder y sentirnos débiles para comenzar con más ganas y plantearnos las cosas de otro modo. A veces tenemos que dejar atrás esa dependencia que siempre nos ha caracterizado para volvernos más independientes, para saber que, pase lo que pase, siempre nos tendremos a nosotros mismos aunque el resto del mundo falle. 

Porque tal y como alguien dijo una vez: ‘’Nacemos solos y morimos solos’’. Aunque siempre hay personas que llegan a nuestra vida para demostrarnos que, a veces, podemos estar equivocados. 

20 de noviembre de 2012

Terminar de perderse

Me habría gustado contar que conocía cada recodo de su piel, que conocía sus muecas y sus manías de cada momento. Me habría gustado decir que fuimos felices, que siempre tuvimos todo a nuestro favor. Me gustaría decir que no dolió, que fue perfecto pero, al final de lo que quise creer siempre, ninguna de las cosas arriba escritas sucedieron.

Nos enamoramos y nos rompimos. Nos derrumbamos el uno al otro como piezas de un ajedrez invisible, imaginario. Nos odiamos casi tanto como nos quisimos y nos entregamos salvajemente el uno al otro para luego acabar durmiendo en camas separadas. Siempre quisimos creer que encontraríamos el modo de entendernos entre tanto dolor pero nunca lo conseguimos, es más, creo que nunca lo intentamos. Adorábamos tanto nuestra guerra personal que ninguno era capaz de dejarla. Nos podía demasiado esa sensación de imparable destrucción, de romper muros y reventar nuestras respectivos mundos en mil pedazos una y otra vez. 

Tú siempre quisiste creer que nos perteneceríamos siempre y yo desde el principio también quise pensar eso. Pero tú y yo no somos más que polvo, no somos más que la negra sombra alargada de los que éramos antes de conocernos. Nos hemos pasado tanto tiempo refugiados en esta aparente rutina de dolor y destrucción que ni siquiera somos capaces de reconocernos a nosotros mismos entre las tinieblas que ahora cubren nuestras vidas malgastadas. 

Nunca tuvimos sueños más allá de aquella cama de motel. Nunca tuvimos vida más allá de la parte trasera de tu coche de segunda mano. Nunca fuimos el uno el otro porque jamás supimos lo que significaba realmente querer. Nuca tuvimos la oportunidad de hacerlo de otro modo y, ahora que no estás, me cuesta asimilar el hecho de que nunca jamás volverás a romperme.

Ojalá aquella noche no hubiera existido nunca. Ojalá te hubiera dicho la verdad Ojalá no hubiera decidido no compartir precisamente la noche que todo acabó. Ojalá no nos hubiéramos gritado como los hicimos. Ojalá hubiéramos dejado de perder antes de perdernos del todo y ojalá pudiera pedirte perdón por todas las veces que supe que podía haberle puesto solución y no lo hice.



16 de octubre de 2012

Un día quince..


Tres historias paralelas al mismo tiempo: quien era, quien soy y quien quiero ser. Echar de menos y perderse en el principio. Ser feliz, a ratos, a intervalos lúcidos entre la madurez y la niñez. Quererse, a veces, pero siempre con reparos y rencores. Y olvidar, empezar de cero y sentir que el mundo no ha podido golpearte más fuerte. Los desafíos ahora se tornan como muros infranqueables por los que te ves incapaz de escalar. Te desgarras los nudillos, gritas con fuerza y desistes al segundo intento. A veces los muros infranqueables no merecen la pena, te dices a ti mismo para convencerte.

Es la lucha entre la estupidez y la cordura, la decisión entre ser valiente y quedarse o reconocer lo obvio y retornar al principio. Pero, ¿al final cuál es la verdad de mis insomnios? Entonces se resquebraja una mirada, la suya, y el mundo se para en el preciso instante en que su sonrisa torcida se dibuja en mi mente. Era feliz, seré feliz, pero ahora mismo, en este preciso instante, siento que no puedo permitírmelo.

Entonces avanzo. Hace frío. Estoy en el tercer piso de un sitio perdido lejos de Milán. Milán, la que debería ser mi ciudad y mi guía y que ahora siento como el hoyo infinito de mis más profundos desencantos. Milán con sus calles llenas de vida por las que al caminar, solo, pierdes el sentido. Milán y su sonido especial, su magia, y yo encerrada entre cuatro paredes de un blanco hospitalario que me impiden ver el sol.

Y su sonrisa torcida. ¿Qué tiene esa sonrisa? Pero no lo comprendo. Me siento tan indecisa que no sé por dónde empezar a sentir primero. Mi corazón ha decidido parar de crepitar y ya ni responde a los latidos. Sólo se escucha silencio y el miedo llama apurado a mi puerta. Y no quiero que entre pero cada noche duerme conmigo. Y es traicionero y cruel pero al menos me hace compañía y me reconforta. ¿Realmente merece la pena dejarlo entrar aunque me dañe?

Pero ya no vale nada. No consigo ver más allá de la negatividad de mis pensamientos nocturnos. Intento cerrar los ojos. Un fuerte dolor inunda mi cuerpo y me siento tan desamparada como el día que pise el lugar en el que me encuentro. Sí, todo ha cambiado, todo ha cambiado menos yo que sigo siendo idiota, poco madura y nada independiente.

Ese es el problema. Milán necesita que cambie para encajar entre sus increíbles extensiones de recuerdos de tantas épocas pasadas. Milán necesita que crezca, que madure y aprenda a valerme por mí misma. O quizá no es Milán quien lo necesite, quizá soy yo quien necesite un cambio. Quizá ahora mismo, ahora que me siento tan perdida, sea el momento de hablar de los límites infranqueables. 

15 de septiembre de 2012

GRACIAS


Un sinfín de emociones recorre ahora mismo mi cuerpo. Cuando esta mañana he amanecido a las doce ni siquiera hubiera alcanzado a imaginar la cantidad de sensaciones que he experimentado hoy. Hacía tiempo que me sentía algo inerte, sentía que las cosas que me pasaban, las situaciones que vivía, no me llenaban desde que él se fue pero hoy eso ha cambiado.

Hoy he recibido una de las mayores lecciones de mi vida. He aprendido que a veces no consigues lo que quieres pero que, si luchas, la vida te regala cosas incluso mejores. Hoy he aprendido que es importante jugar limpio, que es importante ser uno mismo y que los amigos son la familia que nosotros elegimos para compartir nuestra vida.

Hoy he llorado. Me he sentido defraudada por mí misma cuando no he conseguido algo que ansiaba pero me he dado cuenta de que no lo he conseguido porque no lo hacía por mí, estaba tratando de demostrar algo de un modo estúpido e inconsciente, estaba intentando callar bocas de una manera poco cuerda y meditada y en eso también me he dado cuenta que necesito mejorar. Hay mil y una maneras de demostrar ciertas cosas y yo hoy no he elegido el modo más correcto.

Pero también ha sido un día en el que me he sentido realmente especial, mejor dicho, me han hecho sentir realmente especial. Hoy he tenido a mi lado a personas que me han demostrado que, a pesar de los malos momentos y las discusiones, las amistades pueden a todo eso y que, si te esfuerzas, puedes demostrarle mucho a una persona con un par de horas en su compañía y con una sonrisa. A veces es lo complicado, lo que más cuesta, lo que ni siquiera esperas lo que te hace feliz y, aunque esa felicidad dure un instante, un minuto o unas horas esa sensación no te la puede quitar nadie, es tuya y la recordarás siempre.

No os hacéis una idea de lo gratificante que es mirar al exterior y ver como otras personas se sienten felices y realizadas cuando te ven desenvolver un regalo que ellos mismos han preparado con esmero. No os hacéis una idea de lo bien que sienta que alguien te diga que eres especial, que es difícil encontrar a alguien como tú. No os hacéis una idea de la sensación que produce el hecho de sentirte en paz contigo mismo después de mucho tiempo juzgándote por cosas que hiciste en el pasado.

Hoy estoy delante del ordenador y pongo esta entrada para dar las gracias, para agradeceros el día de hoy y esto va tanto para los que estáis cerca como para los que estáis lejos. Si vosotros no hubierais creído en mí a pesar de mis errores yo no habría logrado comprender que puedo ser mejor persona y que, igual que a mí me habéis dado la oportunidad de mejorar, yo debo aprender a perdonar y brindarles esa oportunidad a otros. Así que desde aquí te digo a ti (tú que sabes quién eres) que quiero que lo intentes, quiero volver a confiar en ti y que estemos como antes porque te quiero en mi vida y porque, en las buenas y en las malas, siempre vas a ser alguien importante para mí.

Así que puedo decir, oficialmente, que he vuelto, mejorada y renovada con ganas de vivir estos últimos días en Madrid y con una infinidad de gratitud por todos los momentos increíbles que he pasado durante estos últimos meses. Vosotros me habéis cambiado, me habéis dado la fortaleza que a veces me falta y os habéis hecho indispensables para mí. Me habéis dado la mayor lección de todas: cuando vives al 100%, cuando no te pasas la vida haciendo cálculos es cuando realmente vives, sientes y conoces a personas tan maravillosas como sois vosotros.

Mil gracias amigos. En las buenas y en las malas. Lo prometo.

15 de agosto de 2012

Nuevos comienzos, antiguas despedidas.


Decidí cambiar mi vida el mismo día en que me dijiste que no podíamos seguir así. Aquella despedida tan espera e inesperada a la vez resquebrajó la serenidad de mi vida, aquella que durante meses había estado construyendo a tu lado. Aquel adiós me dejó sabor a dolor y a recuerdos, pero nunca supuse que me desviaría tanto de mis metas escogidas. Deambulé por la vida como una persona que se obliga a no sentir, desamparada y destruida emocionalmente. Me refugié en los brazos de otras personas pensando que así mi dolor se calmaría, que acallaría a la soledad de mi alma inquieta, pero me equivoqué. Cuanto más me obligaba a ser feliz en otros brazos que no fueran los tuyos, cuanto más hipotecaba mi cariño más daño me hacía. Tú me habías herido pero, incluso yo, era capaz de herirme todavía más.

Decidí que era el momento de dejar de mirar atrás. Ya no estábamos juntos y no sabía si algún día volveríamos a estarlo pero decidí mirar hacia delante por lo que habíamos compartido. Durante meses me convencí de que no existía otra vida que no estuviera ligada a la tuya pero cometí un error, cometí el error de quererte más que a mí misma. Te seguía queriendo y sabía que eso no iba a cambiar por mucho que me empeñara en enlazar mi vida a otras empresas. No valía de nada autoconvencerse de que cualquiera sería mejor que tú cuando eso no era cierto. Nadie ocuparía tu lugar y eso estaba empezando a saberlo.

Abandoné la habitación. Abandoné mis recuerdos de nosotros en aquel estanque donde escuché por última vez tu voz. Y me sentí libre. Te quería tanto que aceptaba la realidad de que no pudieras ser feliz a mi lado, de que quizá no era nuestro momento. No miré nunca más atrás. No te olvidé. Simplemente decidí emprender otro camino. Escogí la vida, escogí la lucha por conseguir mis metas y por un futuro que quizá fuera a tu lado o quizá no. Sólo sabía que no me rendiría, que no me dejaría vencer, que era el momento de dar un paso al frente y sonreír por todas las cosas tan increíbles que me había regalado la vida, tú entre ellas.

2 de agosto de 2012

Demasiados Abriles

Y  entonces comprendes que todo ocurre por algo. Cuando todo explota en mil pedazos y lo único que te quedan son un montón de Abriles guardados debajo del brazo. Cuando el corazón se para y tu sonrisa se desdibuja entre las gotas saladas de tus ojos. Cuando todo se acaba y quieres salir huyendo. Cuando las palabras que siempre quisiste decir se quedan en tu garganta y no consiguen salir.
Cada uno toma su camino sin mirar atrás. Cada uno se lleva sus sentimientos a otra parte. Yo me quedo parada en medio de la nada. Enciendo el reproductor, huyo a mi rincón escondido y derramo una por una todas las lágrimas que he ocultado para que tú no las vieras. El mundo se para en aquel instante en el que nuestros labios se rozaron por primera vez aquel día 4 de Abril. Más lágrimas y un corazón roto que quiere escaparse de un pecho congelado.

Pero aprendes. Aparecen ellos, tus superhéroes o, mejor dicho, tus amigos. Esos amigos que te llaman en ese momento tan complicado para animarte, para decirte que todo saldrá bien, que probablemente aquella separación sea lo mejor.

Está Ella. Su piel ligeramente tostada siempre contrasta con  tu piel más morena. Es risueña y siempre te sorprende, incluso plantándose en tu puerta un Martes cualquiera a sorprenderte. La primera persona que conoce la verdadera historia. Y luego está Él, tu mejor amigo, esa persona que, desde hace 5 años, te saca las mejores sonrisas, que consigue que en un día duro acabes haciendo el tonto por las calles de tu ciudad, que te lleva a caballito y te invita a helados para hacerte olvidar. Ese amigo que borra fotos y conversaciones, ese amigo que te dice que la vida sigue y que eres demasiado bonita para seguir llorando. Y luego están Ellas, tus pequeños Lacasitos. Llegaron hace relativamente poco pero te han calado bien hondo. Sus locuras te divierten y prometen que, a su llegada mañana a la capital, te harán reír y olvidar que estás mal. Esas pequeñas personitas de colores con personalidades tan distintas pero tan buenas amigas.

Entonces el día llega a su fin y te da por hacer balance. Has llorado mucho, eso es cierto, pero al final has sonreído. Has contado lo que sentías, has caído y está comenzando a levantarte. Personas que nunca creíste que estarían ahí te apoyan y la realidad no parece tan dura mientras Dorian suena en el reproductor. Al final de aquella dura verdad lo único que te queda es un corazón roto, unos sentimientos que muerden, unos ojos enrojecidos y un dolor de cabeza insoportable.

Todo acaba, te repites mientras apagas el ordenador y te despides de la última persona por hoy. Lo que no tiene que ser no es, dicen, y la vida sigue contigo o sin ti. Entonces trasteas un par de minutos más con ese collar entre tus dedos preguntándote qué será de ti cuando cojas ese avión, pero esa es otra historia. Supongo que fueron demasiados Abriles.

17 de julio de 2012

Laberinto de verdades nunca dichas...

Nos sosteníamos el uno al otro en una especie de cuerda floja. Ambos temblábamos de frío en nuestro hueco del sofá a distancia de una línea de tren. Las miradas de soslayo no nos eran desconocidas y, de vez en cuando, tratábamos de atrapar la mirada del otro. Acierto y error. Incendios de nieve y calor. Tus palabras me hacían reflexionar durante días hasta que, decidida, cogía papel y pluma del cajón de mi escritorio y me ponía a escribir. Nada era lo suficientemente bueno para llenar ese vacío que dejabas al abandonar nuestra cuerda floja compartida. Se comenzó a tornar en rutina eso de compartir mis noches con whisky barato y cigarrillos a medio consumir mientras inventaba en mi cabeza mil y una maneras de decirte lo que sentía por ti. El precipicio de tu ausencia se abría amenazante bajo mis pies descalzos, entonces volvía a leer tus palabras con la mirada nublada por las copas de más y encontraba un resquicio de paz en medio del huracán de tu marcha precipitada. Pero tú no lo entendías, creías no conocerme, fingías que nada te importaba cuando me sentaba a tu lado en aquel vagón de tren y buscaba la atención de tus ojos acastañados. Sin embargo para ti yo sólo era una más, ni siquiera reparabas en que mis ojos color verde azulado te miraban inquisitivamente como esperando algo. Entonces mirabas hacia otra parte y subías el volumen del reproductor mientras escuchaba la voz débil y dulce de Zahara al otro lado de tus cascos color rojo. Tarareabas en tu mente ese estribillo que siempre quisiste que hubiéramos compartido, lo veía en tus ojos que brillaban bajo esas letras tan profundas y bien diseñadas. Recordaba entonces todas las veces que me habías repetido que aquello era complicado y en las que yo siempre trataba de disuadirte, pero siempre que te pedía intentarlo desaparecías de nuevo y yo me quedaba escuchando 1999 en la mini-cadena gastada de mi cuarto sin ventanas. Me encerraba durante días y buscaba tus palabras en los lugares más recónditos de mi mente, analizaba mis actos para saber qué hice mal, en qué erré. Y me frustraba una y otra vez, rompía los vasos vacíos contra el suelo haciendo añicos con ellos mis palabras. Actualizaba innumerables veces la misma página sin obtener nada, sin saber nada de ti. Theory of a Deadman ahora en el reproductor. Sentir cada frase de la canción como si fuera un puñal, intentar sacar esa imagen de ti de mi cabeza sin resultado, odiarme a mí misma por anhelar tanto tu prosa mordaz y atrevida. Imaginarme tu sonrisa al otro lado de la ventana de tu dormitorio cuando suena Dorian en ese CD que tan bien me sé de memoria. Y continuar así, flotando ingrávida, dejarme llevar por el fluir del gentío en un domingo astromántico en la capital, vagar en busca de un alma con quien compartir mi amargura tristemente disimulada. Y entonces comprender que soy yo la que no sabe nada de ti, que tan sólo eres una sombra que se oculta en el ocaso de los días de Invierno y que, cualquier intento de saber de ti, sería como acceder a entrar en ese laberinto sin salida creado con tus palabras. Alomejor sea más sencillo borrar, dejar todo en la nada flotando, coger esa maleta preparada a prisa y marcharme dejando aquí esas dudas que jamás serán resueltas mientras nos atenaza otra tormenta de arena. Y entonces tristeza, lágrimas que resbalan ahora de unos ojos enrojecidos, desesperanza mezclada con esa horrible sensación que deja un corazón al romperse en mil pedazos. Corro a la estación con Diecinueve sonando en el reproductor. Me subo al primer tren que silba un segundo antes de su partida sin saber cuál es el destino. No hecho la vista atrás porque sé que no te veré allí plantado golpeando insistentemente el cristal para que abandone esta nueva locura. Cierro los ojos. Exhalo todo el aire contenido en mis pulmones y empiezo esta lucha para olvidarme de ti. Desaparezco de nuevo como la bruma en un día otoñal algo gastado, pero tú no te das cuenta. Las palabras, todas esas frases que algún día me prometí decirte, quedan ahora desparramadas en el suelo de la estación como papel viejo y mojado mientras me esfuerzo porque nadie me vea llorar. Y entonces esa canción, sentir que todo ha acabado, que nunca significaré para  ti lo que tú significas para mí.

7 de junio de 2012

Matices

Otro suspiro. Tres acordes desdibujados que se difuminan en la fría y oscura noche de la capital. Un piano sonando a lo lejos. Cuatro lágrimas derramadas con prisa. Un abrazo. Una estación. El pitido de un tren que parte. Seguir corriendo. Mirar atrás. Una palabra acallada por un beso. Una noche que se persigue a sí misma sin sentido. Ruido. Barullo. Y luego...silencio. Esquinas. Sombras alargadas. Calles empedradas. El sonido de unos tacones entre caminar o correr. Brisa. Dos personas. Olor a recuerdos. Buscarse entre calles abandonadas cuando todos duermen. Demandar amor al silencio. Soledad. Esa letra. Canciones. De nuevo esos tres acordes. Seguirse buscando. Calles que dejan de ser calles y se convierten en refugio. Frío. Incertidumbre. Necesidad de abrazos. Madrid desgastado a las espaldas. Hojas que caen. Perros que ladran. Sentimientos que muerden. Un mechón de pelo que cae rebelde sobre la mejilla derecha de ella. Tacto. Distancia. Silencio. Inercia. El cordón derecho del zapato de él que se termina de desanudar. Seguir caminando solitariamente. Cabeza gacha. Miedo instalado en lo más recóndito del corazón.


Y en medio de la eternidad, chocar. Dos imanes que se atraen con una fuerza astronómicamente imparable. Un amanecer para encontrarse y perderse en compañía. Tres acordes con los cuales enamorarse. Cruce de miradas. Instante de encuentro. Lluvia sobre las mejillas. Primavera en la escalera y verano en la recámara. Ser otoño ligero e invierno de abrigo. Manos que se entrelazan. Un final feliz. Piezas que encajan. Sonrisas adormecidas que despiertan de nuevo. Dos almas. Un destino. Tres acordes de un piano desgastado. Madrid en el bolsillo. En busca y captura de una noche estrellada...  


29 de mayo de 2012

Ya no hay ganas de seguir el show

Cuando tienes ganas de llorar y no hay nada que consiga animarte. Uno. Dos. Tres. Te das la vuelta. Sorbes para adentro y dibujas esa sonrisa fingida de que todo va bien. Parece que se está convirtiendo en una rutina. Otra mueca torcida. Darte la vuelta. Marcharte. Un pensamiento. Aviones que despegan. Otra ciudad, nuevas historias. Ganas de ser otra persona. Ganas de estar lejos. Ganas de borrar. Lucha interior. Cabeza y corazón. Quiero y no puedo, puedo y no quiero peleándose en tu interior. Llegar a casa con el corazón en un puño. Un móvil que vibra. 50 nuevos mensajes en el whatsapp. Su nombre parpadeando en la pantalla hasta hace un segundo apagada. Acercarte a la cama. Apagar el móvil. Encender el reproductor de música y subir el volumen. Dejarse caer. Tornarse vulnerable. Lucha de lágrimas y coraje. Otra mueca. Risa nerviosa. Odio interno. Caer. Levantarse. Volver a caer y quedarse ahí, en una especie de suspensión en ninguna parte. Preguntas. Dudas que se agolpan en un lugar de tu mente hasta ahora desconocido. Coger el móvil inerte. Lanzarlo lejos y que se rompa ante tus ojos. Ataque de ira. Tirarlo todo. Romper con tu vida. Mirar hacia otra parte. Odiar. Fingir de nuevo esa sonrisa cuando tu madre entra en la habitación. Decirle que sólo es una nueva jaqueca cuando es mucho más que eso. Sacar la maleta del armario cuando salen por la puerta. Volcar en ella aquellas cosas que únicamente vas a necesitar. Preguntarte una y otra vez si estás haciendo lo correcto. Esa canción. Más odio, más ira. Agenda en blanco. Más ropa en la maleta. 1999. Mirar esas fotos que se agolpan en la mesilla. Un lágrima que rueda valiente por una mejilla envejecida de luchar. Una nota en blanco. Ausencia de despedidas. Portazo. Otro nuevo adiós.......¡HUIDA!

22 de mayo de 2012

No recuerdo una antihistoria mejor...


Echo de menos derretirnos al sol como hacíamos cada verano. Aún recuerdo cuando teníamos seis años y jugábamos a perseguirnos por la playa. Arena. Mar. Olas. Yo te pillo. Tú me pillas a mí. Yo vuelvo a pillarte. Así infinidad de veces hasta acabar tirados en la arena. Risas. Complicidad. Cosquillas. Recuerdo también aquellas noches de estrellas en las que me contabas que querías ser músico de jazz cuando fueras mayor y a mí me parecía la cosa más absurda del mundo. Todos los niños querían ser astronautas, médicos, policías y tú...tú tan sólo querías ser músico de jazz y que alguien escuchara aquellas melodías que, cuando creías que dormía, me susurrabas al oído. Éramos grandes amigos. Siempre estábamos juntos. Nos contábamos todo. Éramos, incluso, como hermanos. Reíamos juntos. Pasábamos los días ideando la manera de desquiciar a nuestras madres...

¿Cuándo dejamos de ser aquellos niños? Crecimos y nunca jamás volvimos a vernos. Yo te recordaba en fotos. Álbumes de años atrás apilados sobre la mesa del sofá. Love of Lesbian de fondo. Tu rostro en mi mente. ¡Qué pena que, con el tiempo, nos acabáramos haciendo adultos! Prometimos estar siempre juntos. Rompimos nuestra promesa mil y una veces. Un año. Dos años. Un infinidad de tiempo sin volver a encontrarnos.

Invierno. Primavera. Y luego...Verano. Volver a aquel lugar quince años después para saber si tú también habías regresado. Buscarte entre las noches de insomnio. Recitar tus canciones al amanecer. Tener treinta años y vagar por una playa desierta en busca de tu sombra. ¡Qué pena dejarnos perder!, ¿no crees?

Y otra vez Otoño. Volver a aquella gran ciudad que lo cambió todo. Volver a cerrar nuestro capítulo. Seguir con mi vida tras otro verano separados. Sonreír a mi pareja. Sonrisa desdibujada y cansada. Falta de ilusión y de ganas. Pensar otra vez en ti. Pensar en aquellos quince años que compartimos. Desde recién nacidos hasta la adolescencia siempre a tu lado. Ahora eres sólo una ilusión que vaga en mi cabeza y sigo sin saber por qué te escribo. Esto ya no tiene sentido.

¿Recuerdas? Cuando éramos pequeños tú siempre decías que debería dedicarme a escribir y, aquí estoy, sentada delante del teclado en la terraza de mi casa a las afueras de la ciudad haciéndolo. Él se ha levantado. Dice que debería seguir mañana. Me besa en la frente. Le respondo que en un rato iré a la cama. No dejo de pensar en ti. Algún día volveré a escribir sobre nosotros. Mientras tanto, te seguiré buscando....

20 de mayo de 2012

Volver a comenzar


Esta noche escribo desde el mullido colchón de mi cuarto sin ventanas. Ha pasado algo. No sé cómo ni por qué pero ha ocurrido. Se ha filtrado un rayo de luz a través de una de las esquinas. Brilla, es tenue pero me alumbra. Me dice que no tenga miedo, que vuelva a salir fuera. Lo atrapo entre mis manos para que no se marche porque no quiero volver a estar sin ella, sin esa luz preludio del amanecer. La oscuridad me ha cegado desde hace demasiadas estaciones como para seguir compartiendo este habitáculo en el que me encuentro con ella. Ya no quiero seguir así. No pienso volver a esconderme nunca más.

Alguien me dijo una vez que, quien escribe, tiene la capacidad de soñar. Ha pasado mucho tiempo desde aquello pero aún no lo he olvidado. Aún no he olvidado lo mucho que me gustaba salir fuera y que el aire me despeinara el cabello acastañado. Aún no he olvidado los amaneceres al otro lado del mundo y el saltar en charcos desdibujados en días grisáceos de lluvia.

Y ahora está esa luz. Está esa razón que me ilumina el rostro y me hace sentir esperanzada. Escribo sobre ella porque es lo que me da fuerzas para seguir, la que me invita a romper con las cadenas que me aprisionan y volver a hacerlo. Escribir te hará libre dijiste, y yo escribo, única y exclusivamente, porque me hace sentir bien, porque rompe muros y crea lazos, porque te hace invencible y te transporta lejos.

Este amanecer me ha pillado escribiendo de nuevo. La luz aumenta y siento su abrazo, siento como me sonríe y me siento satisfecha de la decisión que he tomado. Las tinieblas, esas brumas acumuladas durante meses comienzan a disiparse, ya no tengo miedo, no quiero volver a tenerlo nunca más. Ahora sólo queda escribir y soñar, soñar y escribir y, sobre todo, sonreír y ser feliz.  

28 de abril de 2012

Adolescentes


Olor a lluvia empañando los cristales de tu seiscientos azul celeste. Un sin fín de planes de futuro que se quedaron atrapados en su interior. Los suspiros de nuestras noches y los viajes que jamás hicimos juntos. Ese amanecer al otro lado del mundo que me prometiste y jamás llegó.

Enamorarnos. Crecer juntos. 10 años de sueños a medias y media vida de agonía sin tí a mi lado. Los mejores años de nuestra vida y la adolescencia más increíble que pasamos. Aquellos días en que, con apenas diecisiete años, jugábamos a ser adultos. Era nuestro juego particular. Era la manera de crear ese futuro juntos que jamás llegaríamos a tener.

Conducir con la ventanilla bajada en pleno verano cuando el aire acondicionado estaba roto. La música en aquella radio de los años 50 y nuestra canción, aquella que sonaba a trompicones y que cantábamos a voz en grito. Esa canción que te tarareaba al oído las noches de lluvia de estrellas tumbados en el capó de aquel coche color cielo.

Recuerdo aquellas estaciones como las más intensas y las más felices. Aquellos años terminaron en el desguace como aquel coche de sueño. Te destruí. Me destruiste. Nos destruimos. Creíamos que aquel amor tan peculiar cambiaría nuestras vidas y así fue. Fuiste la persona a la que más quise en mi vida y creo que, aún hoy, te sigo queriendo.

Ahora, ya en la vejez de mis años, miro aquellas fotos hechas con la polaroid de mi padre. Aquellas fotos en color sepia desgastado, aquellas que guardaba en una caja junto a todas las cosas que un día compartimos. Tu sonrisa dibujada en ellas, mi cara de felicidad al mirarte, nuestras noches de silencios en aquel campo de amapolas rojas. Recordarte. Recordarnos. Quererte y querernos.

Y sólo deseo que te cruces en mi camino y rememorar aquellos años en los que, aún siendo niños nos conocimos, aquellos días en los que nos juramos envejecer juntos. Comprar un seiscientos azul celeste y recorrer el mundo cogida de tu mano. A mis 65 años he vivido muchas cosas y, aunque estoy casada con un hombre que me quiere y acepta que yo quiera a otro, me habría gustado saber qué habría sido de él y de mí de no tener que separarnos.

Algún día amanecerá y seguirá oliendo a lluvia. Saldré a la calle a buscarte. Los cristales que rompí contra el suelo volverán a unirse. La lluvia de estrellas te traerá de vuelta y, aunque jamás volverá a ser como aquellos años, te abrazaré como cuando eramos adolescentes. Con eso me vale, con verte sonreír volveré a ser feliz.  

5 de abril de 2012

Días de lluvia.

Llueve. Otra vez vuelve a llover. Las gotas repiquetean contra la ventana entrecerrada de mi dormitorio. Gotas traviesas que resbalan a lo largo del cristal para acabar en el suelo formando charcos. Adoro los días de lluvia. Me gusta salir desprotegida, dejar el paragüas en casa y mojarme. Sin duda creo que mis mejores textos los he creado en días como hoy, paseando bajo la lluvia por una calle cualquiera de mi ciudad. Adoro ponerme las botas de agua, esas de color marrón desagradable que sólo saco en ocasiones especiales, y salir a jugar afuera. Cuando llueve me vuelvo una niña: salto en los charcos, corro, grito, bailo...La felicidad me desborda en momentos como ese y no hay quien me pare.

Ahora graniza. El ruido se hace más intenso. Mi madre me pide que cierre las ventanas y, aunque me dé pena, le hago caso. Miro el magnífico espectáculo a través del gran ventanal del salón y odio estar metida en casa. Voy de un lado para otro. Quiero salir a la calle. Quiero beberme los pequeños copos de granizo, jugar a cogerlos con mis manos y volver a soltarlos. Sonreír. Mierda, ahora me brillan los ojos de la emoción.

Suena un trueno. Ahora sólo faltan los relámpagos. Vuelvo a aquellos días de tormenta en mi casa de la sierra cuando, de niña, mi abuelo me enseñó aquel juego. Suena otro trueno y cuento los segundos para ver el relámpago correspondiente y adivinar a cuantos kilómetros se encuentra la tormenta. Echo de menos esos días de confidencias y complicidad con mi abuelo, si llego a saber que acabarían tan pronto los habría disfrutado más, pero crecí demasiado rápido. El relámpago no llega y me decepciono, pero sigo absorta mirando la ventana y tecleando inconscientemente en el portatil. Aún recuerdo aquellos días de tormenta.

Parece que el granizo nos quiere dar una tregua. Voy a aprovechar ahora que mi madre está distraida para ponerme el chubasquero y las botas de agua. Compruebo los bolsillos: reproductor, cascos, llaves de casa. móvil...¡Perfecto! Lo llevo todo. Salgo a hurtadillas de mi cuarto y me dirigo a la calle. Voy a disfrutar una vez más de uno de esos días que mucha gente odia y yo adoro. Que pena que no sea Martes...

27 de marzo de 2012

La Historia de Nuestras Vidas

¿Sabes? Siempre creí que tú y yo éramos diferentes al resto. Pensaba que jamás caeríamos en los mismos errores que ellos cometieron y, míranos, aquí estamos de nuevo, contra la espada y la pared intentando tomar una decisión que puede cambiar nuestras vidas Recuerdo que hace unos meses me repetías que estabas enamorado de mí, que nadie te hacía sentir como yo lo hacía pero, según parece, todo ha cambiado de la noche a la Pmañana. Me pides que entienda tu decisión pero no puedo hacerlo. Hemos pasado tantas cosas juntos que una despedida tan apresurada se me antoja la peor decisión que podemos tomar en este preciso momento. Ambos estamos en caliente. Hemos vuelto a discutir de nuevo. Mismo tema de siempre, mismos gestos y esas palabras que se clavan como puñales. Quiero creer que es una pelea más, pero tú sabes que nos estamos perdiendo. Intento retener las lágrimas. No quiero que me veas llorar. No quiero hacer ésto todavía más difícil. En otras ocasiones este habría sido el momento en el que me habrías abrazado y me habrías dicho que todo iría a mejor, que conseguiríamos salir de aquello. Esta vez ya no es como las anteriores, me pides que no llore pero no te sale abrazarme y yo, aunque me muero de ganas de hacerlo, me retraigo y agacho la cabeza una más. Cuando la alzo de nuevo ya no estás. Todo ha sido un espejismo. Los días pasan en el sofá de aquella habitación borrando todos los recuerdos de la historia de nuestras vidas. Los días pasan mientras la lluvia primaveral salpica mis mejillas. La añoranza crece dentro de mí mientras pierdo poco a poco los instantes que aún me quedan de ti. Aún recuerdo el día que nos conocimos. El ambiente olía a sal, era verano. Yo caminaba por la orilla de la playa con el viento despeinándome el cabello que se posaba sobre el hombro derecho. Tú corrías con tu mp3 distraído. Me salpicaste, chocamos y caímos rodando por la orilla hasta acabar empapados. Recuerdo que nos miramos y comenzamos a reír. Tu mirada me impactó casi tanto como tu preciosa sonrisa. Sentí que te conocía de toda la vida y que juntos haríamos algo grande.

20 de marzo de 2012

Un paso adelante.

Hacía tanto tiempo que no volvía a aquel lugar que ya había olvidado las sensaciones que despertaba en ella. Volver a aquel lugar significaba rememorar un momento de su vida que había tratado de enterrar desde que ocurrió. No sabía si se sentía preparada para volver. Sólo sabía que tenía miedo. Mucho miedo. Aquel reto podría ayudarla pero no sabía a ciencia cierta hasta que punto aquella vuelta al pasado resultaría beneficiosa y positiva. Allí empezó todo, sí, pero dolió. Dolió durante muchos años y aún, cuando lo recordaba, seguía doliendo. Ese momento había marcado un antes y un después para ella. Desde aquella tarde ya no había vuelto a ser la misma. Había confiado y se equivocó y de qué manera.

Pero había amanecido lejos de la ciudad y se vestía despacio pensando en la decisión que había tomado la noche anterior. Tenía que volver. Necesitaba saber qué fue lo que falló, en qué momento dejó de sentirse libre y de disfrutar sin cohibirse. El miedo seguía ahí y sentía el estómago encogido. Salió a la calle de puntillas para no despertar a nadie y recogió la bicicleta del garaje. Le esperaba un largo viaje y un duro reto al que hacer frente. Se puso los cascos y dejó la casa atrás. Haría frente a aquel momento. Lo conseguiría.

Eran las 12 de la mañana y el sol le golpeaba en la cara. Llevaba sus gafas negras y esa sudadera azul que tanto le gustaba. Estaba allí, sí, sentada en el sitio en el que había pasado todo. Alrededor ya no quedaba nada salvo ese árbol y la piedra donde se sentaron, el resto estaba destruído por el paso de los años. Sonrió. Allí ya no quedaba nada. Ya no era la niña que salió huyendo de aquel lugar. No necesitaba seguir buscando respuestas. Acababa de encontrarlas. Recordó. Lloró y se recuperó. Podía decirle adiós a esa parte de su vida, sabría que ya no volvería.

Recogió la bicicleta y puso rumbo a casa. Ahora que había encontrado un nuevo comienzo necesitaba tomar decisiones importantes. Necesitaba terminar de encontrarse a sí misma. Ya no quedaba miedo, ni odio, ni rencor por lo que tuvo que pasar. Quería volver a empezar. Quería recuperar todos aquellos años que él le había robado.  

16 de marzo de 2012

Con lágrimas en los ojos.

Lo he dejado. Suena como cuando dejas atrás una adicción y así ha sido para mí. Dejo esta adicción que empieza y acaba contigo, con tu nombre. Dejo atrás esta adicción que me impide dejar de pensar en ti y en todo lo que me gustaría que fuéramos y jamás seremos. Llega un momento en la vida en la que debes dejar de pelear, en la que debes darte cuenta de que estarse golpeando eternamente contra un muro que jamás se derrumbará no lleva a ninguna parte. Te he querido como a nadie y eso, ese sencillo hecho ha hecho añicos un año de mi vida. Estaba segura de todo lo que hice por ti, de todas las veces que lo he intentado, de todas las ganas que le he puesto pero, ayer, por fin dijiste la verdad y sé que nunca conseguirás perdonarme aquel momento. Puedes repetir mil veces que eso no cambia nada pero, sin lugar a dudas, fue un punto de inflexión en esta tóxica relación que manteníamos. Se ha acabado, por fin puedo decir que se ha acabado. No habrá más lágrimas. Se acabaron las ganas de encontrarse. Estas ganas de ti se han ido con la ilusión de un futuro a tu lado. Adiós adicción. Gracias por demostrarme que de los errores también se puede aprender.

Aquí empieza un nuevo capítulo. Un nuevo capítulo en el que tú ya no estás. Sólo espero que llegue ese día en el que no te eche de menos, en el que no me duela tanto tener que decirte adiós.

7 de marzo de 2012

Recuerda que es sólo un Hasta Luego.

Hacía tanto que no me enfrentaba a mis sentimientos que ahora se desbordan. Por un lado está esa felicidad que tanto añoraba, esas ganas de estar a tu lado, de vivir, de sonreír, de aprovechar los días antes de mi marcha al lado de las personas que de verdad me importan (TÚ entre ellas). Por otro lado está el miedo a equivocarse, a dejar toda una vida atrás por una corazonada. Miedo a no saber ser sin ti, miedo a volver y que las cosas sean distintas, que nosotros seamos distintos. Tengo tanto miedo que a veces hasta me cuesta escribir. Escribir significa hacer realidad aquello que mi mente traviesa no para de dar vueltas en su interior. Escribir significa afrontar la realidad de que me voy y que debo ser fuerte. Pero pienso en el día de la despedida y me derrumbo. Me asusta. Sé que dije que quería afrontar nuevos retos pero a veces creo que éste me sobrepasa. Sé que habría marcha atrás si quisiera pero no voy a permitirme desfallecer. Esta vez no lo hago porque quiera demostrarle a nadie que puedo, sino que quiero demostrarme a mí misma que esta experiencia puede marcar un antes y un después en mi vida.

Ya estoy pensando en las maletas, eligiendo residencia, pensando en despedidas pero me falta algo y eso es algo que sólo sabe  ÉL. Y se lo digo aquí para que, cuando yo no esté, lo recuerde siempre: Te voy a echar mucho de menos. Sé que tenemos que despedirnos pero volveré a buscarte, Te lo Prometo.

28 de febrero de 2012

Cartas de Invierno...

Mis pestañas enlazadas con tus amaneceres. Despertar uno al lado del otro. Recordar la noche anterior hablando hasta caer rendidos. Sentirnos íntimos, cercanos, ilusionados. Pero como todo, como dijimos cuando empezamos a conocernos, esto no puede durar más que un amor de verano. Pero no es Verano, es Invierno y yo no quiero dejar de abrazarte. Partiré en seis meses lejos de mi hogar pero eso no significa que quiera dejarte aquí. Tú eres mi hogar. Tú eres todo lo que necesito para ser feliz, para respirar y poco importa que nadie lo entienda. No sé si nos queremos, quizá aún es pronto para decir eso pero me siento segura cuando me llamas mientras espero el metro que me lleve a mi casa tras una noche de sábado cualquiera. Tú en el sur del país, yo en el centro pero sin perder esa conexión, sin perder las ganas de seguir hablando. Hacer la noche jóven entre tus brazos. Caer rendida ante tus besos. Querer tocarte y que seas mío durante todo el tiempo que decidas quedarte. No puedo dejar de pensar en ti, no puedo ni quiero. Me tienes conquistada. Prometí que volvería a escribirte y aquí estoy. Las cosas han cambiado desde ese día. Ya no somos los mismos, somos incluso mejores, tú me haces mejor. Me haces reír, nunca pierdes la esperanza y tienes esa fuerza para hacerme sonreír incluso cuando amanece lluvioso y no puedo tener tus labios. Madrid se queda pequeño para nosotros, quiero comenzar contigo este viaje. He conocido noches infinitas pero ninguna comparada a las que he pasado a tu lado desde que por casualidad nos conocimos. Poco importa quiénes hayamos sido antes, poco importa que nuestros pasados sean diferentes y complicados, poco importa los obstáculos que la vida pueda ponernos. Coge las maletas, preparate para el viaje. Invitarte a venir conmigo a Milán y que decidas quedarte. No tengo más que decir. Las palabras se escapan solas de mis labios. Tengo ganas de llamarte. Tengo ganas de volver a escuchar tu voz. Tengo ganas de...(shh, es un secreto, algo que sólo sabremos tú y yo, o mejor dicho, Nosotros).

23 de febrero de 2012

Sensaciones.

Deslizaba sus palabras por el cuaderno plagado de sueños. Desgranaba recuerdos entremezclados con deseos de cosas que jamás había llegado a poseer en esencia. Divagaba entre la realidad más absoluta y la ficción más irreal desmontando los castillos de arena que él mismo había construído antaño. Tenía la mirada de alguien que había vivido mucho pero que contaba poco. Era fascinante mirarle a intervalos sentado tres mesas alejado de donde yo me hallaba, intentaba escribir un par de versos que acabarían en meros esbozos de lo que un día fui. No me importaba que afuera estuviera lloviendo, o que mi compañera de al lado me mirara con cara extrañada. Estaba absorta. Anhelaba algo que jamás podría tener y que nunca había conocido y eso lo hacía trepidante.

Levanté la cabeza una vez más y le encontré mirándome intrigado. Parecía como si supiera que las palabras que se reflejaban aquí fueran lo que recorría su mente en ese momento, como si supiera que estaba escribiendo sobre él. El arcoiris de nuestros ojos se cruzó y, por primera vez, pude contemplar sus preciosos ojos azules. Eran claros, muy claros, casi cristalinos y decían tanto... Bajé la mirada corriendo. Me sentía algo avergonzada y aturdida. Sentía que había entrado de mí como un rayo y me había calado. Sentía miedo. Temblaba...

12 de febrero de 2012

Desconocidos

Hoy es noche cerrada. Es Invierno y en la calle hace un frío que se cala hasta los huesos. Yo estoy dentro, refugiada en un jersey de lana gordo y escuchando las voces de los niños que corretean por el pasillo de mi casa (tranquilo, no son mis hijos sólo mis primos pequeños).

Tengo ganas de salir, ¿sabes? Dejarme las dudas en casa y que me invites a bailar en una noche de sábado como la de hoy. Me gustaría preguntarte qué te parece el plan y si tú respuesta será afirmativa pero no consigo que des señales de vida. Tengo miedo de que tengas novia y de mil inseguridades más pero quiero correr el riesgo. Dicen que quién no arriesga, no gana y yo estoy empezando a aplicarmelo.

Me apetece acortar las distancias y arremeter contra nuestro deseo (alomejor la única que te desea aquí soy yo, quién sabe). Dejarnos de frases, palabras sueltas y civismo y lanzarnos al vacío. Juntos, separados, como tu quieras. Me muero por conocerte, ¡Mierda! Cuanto te escribí por primera vez no esperaba que me pasara algo de esto. Pero es así, no puedo evitarlo y mira que lo he intentado. Ya no quiero luchar, no quiero oponerme, quiero dejar de jugar al perro y al gato y jugar a cosas de mayores (por favor, no pienses mal, las noches a veces me traicionan).

Tus palabras llenan mis amaneceres y me deleito imaginando como serás, qué hará de tu vida algo tan interesante y quién eres en realidad. Juego a imaginar cuál es tu música favorita, qué haces en tu tiempo libre y con qué sueñas cuando acabes la carrera.

Sigue siendo noche cerrada. Los niños me están llamando, quieren que juegue con ellos. Tengo que dejarte, tengo que marcharme. Volveré a escribirte, lo prometo. Algún día cuando vuelva a tener tiempo. Algún día más de Invierno.

1 de febrero de 2012

Nueve semanas y media a base de besos.

Nueve semanas y media a base de besos. El recuerdo de tus días golpeando las esquinas de mi incontrolada mente soñadora. Tus noches, tus ausencias, tu cuerpo contra el mio en un susurro, un orgasmo y, después, caer rendidos. 

Nueve semanas y media a base de besos. Llenarme de tu esencia, quemarnos a fuego lento, jugar con nuestras lenguas traviesas y dejar olvidados nuestros miedos. Y es que deseo todo de tu cuerpo, perderme en él y jamás volver a encontrarme. 

Nueve semanas y media a base de besos. Tu olor en mi almohada y a café recién hecho. Tus anécdotas desperdigadas por mis anocheceres y tu ropa desplegada sobre la cama. Una noche desenfrenada de pasión sin límite. Romper esquemas, crear emociones, ahuyentar dudas y comernos a besos.

Nueve semanas y media a base de besos y una eternidad de recuerdos. Te echo de menos, ¿cómo explicar de qué manera me siento cuando tú estás lejos? Y es que te anhelo. Anhelo tus mitades inconexas, tus cuentos inventados, tus besos de buenas noches, mis noches de pura acción a tu lado y que me abraces y respetes nuestros silencios. Llegar tarde a casa cogidos de la mano y quitarle importancia a lo que piense el resto del mundo.

Nueve semanas y media a base de besos. Un cosquilleo a la altura del ombligo cuando pienso en tus labios, un tembleque extraño cuando rozas mi cuerpo, una sonrisa idiota cuando te delatas mirándome de arriba abajo y apartas la mirada corriendo.

Y entonces nos miramos y todo vuelve a comenzar. Otras nueve semanas y media, nuevas aventuras que inventar en esa cama que salvaguarda nuestras inseguridades, otro amanecer despertando a tu lado y otro y otro más, y dejar de echarte de menos y vivir sólo cuando estés conmigo y olvidarnos del resto y....

Vale...¿qué te parece si volvemos a reinventarnos en Febrero?

26 de enero de 2012

Otra noche de Invierno

''Cuando miro atrás y recorro una vez más los andenes de nuestra historia plagada de trenes de ida y vuelta, comprendo que en la esencia de cada instante se encontraba mi verdadera felicidad. El día que te marchaste, el día que se nos agotaron los andenes a la par que las ganas te llevaste una felicidad que jamás he sido capaz de volver a recuperar''.

Parece que ha pasado un siglo desde que te escribí esas palabras, parece que desde entonces han llovido más noches de las que he sido capaz de contar. Pero, sin embargo, parece que fue ayer aquella noche de Invierno en la que nos propusimos ser eternos, en la que me quemé con tu fuego. Sí, de eso sí que ha pasado ya un tiempo. Un par de años de ausencia, tres recuerdos olvidados en unas cartas que escondo bajo mi colchón compuestas de líneas de promesas desdibujadas por mis lágrimas. 

El amanecer golpea sigiloso en la ventana de mi cuarto, el frío helador se cuela por ese minúsculo agujero que existe entre el edredón y mi cuerpo, se oye la música a lo lejos y el despertador comienza a sonar insistente. Quiero creer que ha sido una pesadilla pero Morfeo no me acompañaba en el momento en que esos pensamientos se han colado como auténticos intrusos en mi mente. Se hace de día y comienzo la rutina de siempre con tu nombre golpeando en las esquinas de mi mente.

Otro día gris de horas interminables y helados momentos en los que ni siquiera tu recuerdo me da calor. Viajo sin red inventando canciones que nunca podré cantarte al oído, desgarro todo aquello que llevo dentro en un par de estrofas y marcho rumbo al trabajo.

Me espera un día largo. Uno más de esos días que, inevitablemente, acabarás cerrando tú. Nos miraremos como dos extraños, fingiremos que seguimos siendo los mismos, nos acostaremos en la misma cama y volveré a encontrar tu lado de la almohada vacío al despertar. 

Hace tiempo que ya no somos Nosotros, hace tiempo que se agotaron las ganas de estar juntos, sigo a tu lado porque es lo correcto pero ya no te amo. Mi piel lleva tu nombre pero ya no reacciona ante tus cariciasSe ha acabado. Ya no sueño, ya no sonrío, ya no busco tus labios en las noches frías de Invierno.

''Te has llevado mis amaneceres, los recuerdos de aquellos días entre andenes, las ganas, los sueños e incluso el vértigo que teníamos antes de conocernos..''

19 de enero de 2012

Lo que una vez fue todo...

Era la razón de mi existencia. La razón por la que me levantaba cada mañana. Su mirada y su compañía el motivo de mi sonrisa. Era siempre el último pensamiento que pasaba por mi mente antes de dormirme y mi refugio en los momentos de oleada emocional.

Era perfecto, sincero,coherente. Era alguien distinto al resto de personas que había conocido hasta ese momento. Era especial, especial a su manera. Y tenía un don, ese que me hacía sentir reconfortada cuando hablaba con él, cuando pensaba en él, cuando estaba con él...

Me mostró una visión totalmente distinta del mundo, me enseñó a imaginar hasta lo inimaginable, me hizo ilusionarme, me demostró que el amor es lo único que se necesita para ser feliz.

Confió en mis posibilidades incluso cuando yo no lo hacía, cuando yo me negaba a ver más allá de la oscuridad. Me demostró qué era lo verdaderamente importante y qué cosas no valían la pena. Me dio esperanza y ganas de vivir. Fue mi mejor amigo, mi compañero de bromas, mi consejero, mi pareja, el chico que me hizo perder la cabeza y la mejor persona que jamás llegaré a conocer.

Me enseñó también que la perfección se encuentra en no ser perfecto, que lo que realmente vale son los pequeños detalles y que un acto, por muy desesperado e incoherente que sea, significa muchísimo más que todas las promesas del mundo.

Estar a su lado, compartir mi vida con él fue sin duda una de las mejores experiencias de mi vida. Fue como una brisa en pleno mes de Agosto, como una gota de lluvia resbalando por mi cara en un día nublado, fue...Fue mi todo durante más tiempo del que puedo llegar a imaginar.

Amé cada recodo de su mente, cada centímetro de su cuerpo, cada locura, cada silencio, cada imperfección y cada sonrisa que veía en su rostro. Me enamoré como nunca más he vuelto a hacerlo. Le regalé mi vida sin preguntarle nunca si aquello saldría bien o nos chocaríamos contra un muro. Aguanté tempestades, idas y venidas, miedo, angustia y todo porque lo amaba, lo amaba por encima de cualquier cosa que hubiera podido llegar a querer o poseer.

Pero un día me desperté y ya no estábamos juntos. Se esfumó, desapareció y nunca más volvió a mi vida. Su recuerdo golpeo todo mi mundo y destruyó por completo mi realidad. Me dejó echa polvo, dolorida y sin futuro. Me negó la vida que durante todo el tiempo juntos me había prometido. No dijo adiós. No pidió perdón. No preguntó si estaría bien. No, sencillamente desapareció una mañana de finales de verano y nunca más regresó.


11 de enero de 2012

Hablemos de utopías y banalidades varias...

Ayer me dijeron que la felicidad es el fin último de todas las personas y yo me pregunto: ''¿es que acaso eso existe?''.

La felicidad es, a mi entender, la mayor utopía que la humanidad ha creado. Desde que nos levantamos soñolientos de la cama hasta que volvemos agotados a ella a última hora de la noche no paramos de repetirnos que ese día encontraremos ese algo o a ese alguien que nos haga sonreír, que le de sentido a todo, que nos haga realmente felices. Y así día tras día, semana tras semana...Te pasas años buscando algo que en realidad no existe o, si existe, a veces dura sólo un instante o dos o tres pero no toda la vida como dicen algunos.

Con los años te vuelves un tanto escéptico y te cuestionas qué es lo que nos ha llevado a martirizarnos con dicha búsqueda y, como si de repente se tratara de una iluminación divina, lo entiendes. Cuando te meten en la cabeza eso de que debes ser feliz a toda costa accionas una serie de mecanismos internos que ponen en funcionamiento sensaciones, emociones y deseos que jamás llegan a saciarse por completo.

¡No os engañéis! Cuando creáis que sois felices, que no podéis serlo más, sucederá algo que perturbará la paz de vuestras almas y volverá a haceros infelices. Os levantareis una mañana, mirareis a la persona que yace dormida a vuestro lado y os daréis cuenta de que tal vez no sea la persona de vuestra vida, ¿lo veis? Otra utopía más. La persona de tu vida...

Y así pasan los minutos, los segundos, las horas...Le dedicamos tiempo a cosas insulsas, sin sentido, cosas banales como perder el tiempo con ensoñaciones varias que sólo acentuarán nuestro dolor interno, que terminarán de hundirnos por completo. ¡Dioses! Hay fuera hay un mundo que construir y nosotros perdiendo el tiempo con cuentos de hadas, mentiras inventadas por la prensa, los medios y los comercios, y un sin fin de mentiras varias que nos cuentan a lo largo del día para hacernos creer que todo es posible.

¡Señores!, la vida es dura y cuanto antes comprendamos que sin lucha y sudor el esfuerzo no vale la pena, antes nos daremos cuenta de que las utopías y las banalidades debemos dejárselas a aquellas personas que siguen soñando con un mundo mejor en el que los malos no sean tan malos y los buenos se pasen la vida haciendo milagros.

4 de enero de 2012

Pero, ¿qué hago ahora?



Sólo quiero romper a llorar, acabar con todas estas mentiras que me corroen por dentro, decirte que estoy enamorada de ti y que siempre voy a estarlo. Quiero, joder, no sé ni que coño quiero, bueno sí, a ti, pero no puedo tenerte...

Todo, desde el estúpido paseo de hoy por el Retiro me recuerda a ti, a los días pasados a tu lado, a las risas, a todos los secretos y cosas que nadie sabe que he compartido contigo. Pero nada, cuando quiero que te des cuenta no lo comprendes, me dices que me quieres pero que sólo somos amigos y me rompes por dentro.

Yo...yo...a veces no sé a que estoy jugando. A veces lo único que necesito es ir corriendo a donde tú estás y besarte en los labios, olvidarme de todo entre tus brazos y dejarme de líos baratos, de sueños a medias y de conformismo desgastado. A veces lo único que necesito es que me digas que, quizá, algún día podrás enamorarte de mí, que querrás intentar ser algo más de lo que somos ahora, que quieres quererme hasta darte de bruces con la realidad si hace falta. Y yo...mirarte, secarme los ojos llorosos y sorber la nariz mientras dibujo una sonrisa tímida, que me beses y me digas que no quieres que se acabe nunca (y hacerlo realidad, por supuesto).

Pero lo sé, los príncipes azules no existen, el ''fueron felices y comieron perdices'' es sólo un invento para hacernos creer que todo es posible pero, aun así, aunque sepa que todo es mentira, me gustaría tener un poco de esperanza en este devastado mundo de compra-venta de sentimientos y emociones. Tú eres mi esperanza aunque no lo veas, tú llenas mi mundo con sólo mirarme, tú me ves cuando los demás sólo miran pero no, siempre dices que te tengo pero eso, eso para mí ya no es suficiente...


                           ¿Y qué hago si lo único que quiero es que te enamores de mí?