29 de marzo de 2013

Microrrelato I

María intenta retener las lágrimas pero estas se escapan sin permiso de sus ojos. Sorbe por la nariz un par de veces intentando parar aquella llorera. Mira el Smartphone que ahora reposa a su lado en la cama, el que hace unos minutos acaba de colgar. Y es que unos minutos antes…

- Hola, nena- escucha María al otro lado del Smartphone nada más coge su llamada.
- Hola guapo. ¿A qué se debe tu llamada?- pregunta ella.
- Para pedirte perdón- contesta Juan.
- ¿Perdón? ¿Por qué?

María está sorprendida y siente que algo no va como debería ir y aquello la inquieta. ¿Por qué la pide perdón?

- Nena, ¿sigues ahí?- pregunta él tras unos cuantos segundos de ella en silencio.
- Sí, perdona. Estaba con la cabeza en otra parte- se disculpa ella- ¿Qué querías decirme?
- Bueno…verás…Mañana a final no podremos pasar la noche juntos como nos habría gustado y habíamos planeado. He quedado con mis amigos para jugar el partido de baloncesto que teníamos pendiente.
- Ah, claro…Baloncesto- responde ella y suspira en su lado del teléfono.

Aquello no la sorprende. Después de todo lo que le habían dicho y aún después de creer que lo tiene superado ha decidido darle una oportunidad a Juan de demostrarle las cosas y… ¿cambia sus planes por un partido de baloncesto? ¿Eso es lo que le importa? Si es que ha sido estúpida pensando en que las cosas podían haber cambiado.

- Nena, aún así podemos pasar el día juntos. Te invito a comer y pasamos la tarde en el centro- dice él intentando solucionar su metedura de pata.

Pero la jovencita no responde al otro lado del teléfono. Se siente decepcionada, demasiado. No tiene ganas de hablar con él. No le apetece discutir sobre lo mismo de siempre. Debe encontrar una solución, una respuesta o lo que sea…

- Lo siento, Juan. Ahora tengo que irme. Mi madre me dice que es hora de ir a dormir. Mañana ya veo que estás muy ocupado, nos veremos otro día- dice María.

Ella sabe que no se verán, que se había hecho ilusiones con algo que no va a suceder. Idiota, se dice a sí misma. No importa el tiempo que pase, al final siempre es la misma historia y está cansada de tanto marear la perdiz. Es adulta, ambos lo son, pero el joven de ojos grisáceos no es capaz de decir a las cosas claras.

Pone su Smartphone en silencio  y se tira en la cama. Le apetece estar sola y que el Whatsapp vibre cada dos por tres no ayuda a su estado de ánimo. Tiene muchas ganas de salir. No puede quedarse metida en casa después de aquella conversación. Coge la chaqueta de cuero negro y se despide de su madre. Camina en la fría noche acurrucada en su chaqueta oscura acelerando el paso porque la da miedo ir sola a esas horas de la noche. Su destino no está muy lejos. Cinco minutos más y habrá llegado.

Llama al telefonillo del portal 23 de aquella avenida.

- ¿Sí?- contesta una voz somnolienta al otro lado del telefonillo.
- Soy yo.  ¿Puedes bajar?- pregunta María a la persona que se encuentra al otro lado.
- Sube. Te espero.

Suena el típico ruido que anuncia que la puerta se abre y María se cuela rápido dentro del portal. Se frota las manos para quitarse un poco el frío de encima. No sabe si ha hecho bien pero en ese momento no sabía muy bien adónde ir.

Pulsa el botón de subir del ascensor. Primero. Segundo. Tercero. Bien, ya ha llegado. Abre la puerta del elevador y llama con los nudillos al tercero c para no pulsar el timbre. Pero incluso antes de que tenga la posibilidad de volver a llamar la puerta se abre.

- María, ¿qué ha pasado? ¿Otra vez problemas en casa?- responde la persona que acaba de abrirle la puerta.
- No. Llevabas razón. Se ha terminado- contesta ella.

Mira a la persona que la invita a entrar en su casa. Aquel joven está guapo incluso con el pijama puesto y con el cabello despeinado. Se le nota preocupado por ella y no duda en abrazarla en cuanto cierra la puerta tras ellos. Se quedan así durante largo rato hasta que es él el que rompe el silencio.

- María, te quiero. No tienes que seguir aguantando esto. Yo cuidaré de ti- contesta el joven abrazándola más fuerte.
- Yo también te quiero Carlos. Siento no haberme dado cuenta antes de todo esto.
- No importa. Ahora descansa.

Y la acompaña al sofá donde ambos se acurrucan bajo una manta de terciopelo que tiene la madre de él. Apoya su cabeza en el hueco del hombro de Carlos y se relaja. Sonríe. Sabe que ha tomado la decisión acertada. Entonces los ojos comienzan a cerrársele.

- Creo que voy a quedarme dormida- dice María azorada.
- No te preocupes. Estaré aquí cuando despiertes- le dice él.

Y se queda dormida abrazada a él. Ambos acompasan poco a poco sus respiraciones hasta que el joven de ojos color avellana también se queda dormido al lado de la chica a la que quiere. 

28 de marzo de 2013

1/07/10

Las paradas del tren pasaban lentamente. El traqueteo continuo comenzaba a adormecerla. Se desvela un momento y pone la alarma de su smartphone para despertarse y no pasarse la parada. Los pasajeros la miran sorprendido. ¿Por qué aquella jovencita de la boina azul marino sonríe en un día tan triste como el de hoy? El tiempo no acompaña y la lluvia golpea el cristal del vagón dejando un rastro de gotas tras de sí. 

Pero ella está contenta a pesar del día, a pesar de todo. Madrugar y perder un par de trenes no han hecho que su preciosa sonrisa de dientes blancos se borrara ni un instante. Esa sonrisa sigue dibujada ahí, en sus labios rosados. Sabe que hoy es el día. Después de mucho tiempo separadas, en este día nublado y poco alegre volverán a reencontrarse. 

Mira la pantalla de su smatphone. Tiene un Whatsapp suyo preguntándole donde está. Como si su amiga no supiera que la puntualidad no es una de sus virtudes y que eso de que se le peguen las sábanas es muy normal en ella. 

¿Cuánto tiempo llevan sin verse? ¿Estará cambiada su amiga después de todo ese tiempo? Se pregunta la jovencita de la boina azul oscuro con la mirada perdida en el paisaje urbano que desfila en aquel día lluvioso ante sus ojos.

Aquel día será especial. Lo sabe. Han sido muchos meses de mensajes en Whatsapp y piques en las redes sociales, muchas promesas de volver a verse, muchas fechas barajadas...Todo desde aquella fecha, desde aquel 1 de Julio de 2010, tres años, ¡qué locura! piensa la jovencita. El tiempo ha pasado demasiado rápido y las cosas han cambiado mucho desde aquel primer día que se abrazaron. El primero de muchos. 

Han sido constantes visitas de la muchachita castaña a la capital y las de la pelirroja al pueblo de su amiga. Una amistad a pesar de la distancia, de los kilómetros, de las dudas, de los malos momentos y las constantes despedidas. Ambas lo piensan. Y es que han aprendido mucho la una de la otra y han crecido mucho en todo ese tiempo juntas (tanto en estatura como personalmente).

Y entonces llegan las bromas por Whatsapp mientras una va en el vagón y la otra espera en la estación de Atocha. Claro que no se cansarán la una de la otra, piensa la chica pelirroja después de leer lo que acaba de escribirle su amiga.

Sol. Una estación más y se verán. Abrazos. Besos. Reencuentro. Comienza la cuenta atrás...

24 de marzo de 2013

Talking to the moon...



Y entonces a las doce en punto de aquella recepción comienza a sonar Talking to the moon de Bruno Mars. Clara levanta la cabeza anteriormente apoyada en el hueco del hombro de su acompañante para buscarlo en la multitud. Hacía tanto tiempo que no escuchaba aquella canción y casi tanto que lo vio por última vez.

En la otra punta del mismo salón a alguien comienzan a brillarle los ojos cuando los acordes de la canción suenan. La orquesta interpreta increíblemente aquella canción que él les ha pedido con anterioridad. Pero, ¿qué pretende en realidad? Sabe que ella está en aquella fiesta, probablemente acompañada, y lo único que se le ocurre es aparecer allí tras tres años sin dar noticias y tratar de reconquistarla.

Clara se separa de su acompañante y se disculpa por tener que marcharse. Vaga entre la gente dejándose llevar por los acordes de aquella música. Cierra los ojos y piensa en él. Se olvida de que se encuentra en una sala abarrotada de gente y comienza a girar y a tararear la canción aún con los ojos cerrados. Entonces alguien se le acerca por detrás y la abraza.

Por fin la ha encontrado entre la gente y ahora la abraza. Ambos bailan al ritmo de la música. Ambos con los ojos cerrados recordando, probablemente, la primera noche en que aquella canción sonó estando juntos. Sabe que ella lo reconoce aún sin abrir los ojos porque no se escandaliza ni trata de salir corriendo.

Y es que Clara piensa que su tacto no ha cambiado. La abraza con fuerza mientras ella sigue con los ojos cerrados deseando que él también los tenga de ese modo. Respira los últimos acordes de la canción mientras se abraza un poquito más a él.

La canción llega a su fin y ambos abren los ojos al mismo tiempo. Se encuentran demasiado cerca, abrazados, con los ojos brillantes de emoción.

- ¿Sabes? Estás incluso más hermosa que aquel día que nos despedimos, si es posible ser más hermosa- dijo Ian esbozando una sonrisa distendida y relajada.

- Tú tampoco estás nada mal- le responde Clara devolviéndole la sonrisa acompañada de una caída de pestañas que le resulta irresistible a él.

- Siento que...-intenta decir él cuando Clara lo calla poniendo un dedo sobre sus labios y acercándose un poco más.

¿De verdad aquello va a suceder? Piensa él. 

Y entonces se besan. Es un beso lento, más maduro, menos apasionado. Ese beso que hace que los tres años que han pasado separados no signifiquen ya nada. Ambos continúan. Ninguno de los dos se detiene y el beso se intensifica olvidándose de los presentes en la sala. Cuando acaban de besarse es ella la que habla:

- ¿Y ahora qué?-pregunta Clara.

- He venido por ti. No voy a volver a marcharme- responde Ian besándola de nuevo los labios.

Entonces ambos se cogen de la mano y salen al jardín. Sentados en un banco comienzan a contarse todo lo que ha sucedido aquellos tres años sin verse. Parece que el tiempo no ha pasado. Por lo menos para ellos...

21 de marzo de 2013

20 PARA 21 (siempre es primavera)



Ahora que voy a cumplir 21 años puedo decir que los 20 han sido sin duda la mejor etapa de mi vida. En tan sólo un año he vivido cosas que no voy a olvidar nunca, he conocido personas que me han demostrado cosas que nunca antes nadie me habían demostrado, me he superado a mí misma y a mis miedos y puedo decir que ha sido una etapa preciosa, llena de gente, de momentos, de sonrisas, de sueños, de cosas que hace un año creía impensables.

Para mí los 20 han significado el antes y el después de mi vida. Los 20 son mi Erasmus y toda la gente tan increíble que he conocido aquí. Mis 20 son Él y todos los buenos y malos momentos que hemos pasado. Pero, sobre todo, mis 20 han sido esa etapa en la que me he permitido ser realmente yo, con mis miedos y mis debilidades, con mis ganas de comerme el mundo y mis sueños, y no me ha ido tan mal.

Estoy viviendo uno de mis sueños de siempre. Vivo en Milán, he trabajado de estilista, estoy haciendo lo que me gusta y me siento agradecida. A veces cuando miro atrás y veo a la Nuria de antes, a aquella que pensaba que no lo conseguiría, me aplaudo a mí misma por haber tenido el valor de apostar, por primera vez, en mí y en que lo conseguiría.

Este año ha pasado demasiado rápido. Apenas en un suspiro ha llegado la Primavera, el frío comienza a pasar y los corazones rotos comienzan a reconstruirse poco a poco. Los días que he vivido desde aquel 21 de Marzo de 2012 han sido para mí uno de los regalos más grandes que ha podido hacerme la vida. He reído hasta dolerme la barriga, me he sentido triste, desdichada y sin ganas y aún así he pasado el bache. En estos 365 días he tenido a mi lado a personas que no me han dejado ni un sólo día sola, que me han apoyado incluso cuando discutíamos por Skype y sin las cuales no puedo vivir a pesar de tenerlas tan lejos. Personas que ni siquiera me han dejado sola en un día tan especial como hoy, personas a las que abrazar, que están en Milán para compartir conmigo un día muy especial para mí.

No pensé que diría esto pero ahora lloro de felicidad mientras escribo esto. En un año he aprendido a valorar muchas cosas, a quererme a mí misma, a vivir mucho más y también a ser más responsable. He aprendido que siempre no se consigue lo que se espera y que eso no significa que debamos sentirnos mal si no que conseguiremos otras cosas que serán incluso mejores.

Sé que cuando repase este tiempo pasado en Milán cuando cumpla los 22 echaré de menos todo lo que tengo aquí. Echaré de menos los días nevados, las sonrisas robadas, las conversaciones en la escalera, las confidencias y tanta amistad. Echaré de menos todos y cada uno de los días vividos aquí porque, al margen de ser buenos o malos, me han convertido en la persona que soy ahora y de la que estoy orgullosa.

Así que gracias por estos 20 tan maravillosos que voy a recordar toda mi vida. Por los 20 son para mí EL AÑO y porque, pase lo que pase, nunca voy a olvidarlo. Aún así los 21 con sus personas de siempre y algunos nuevos empiezan bien y creo que, haga lo que haga, hoy voy a ser feliz, mucho. HOY SOY LA PERSONA MÁS FELIZ DEL MUNDO.

¡FELICES 21 PRIMAVERAS!

17 de marzo de 2013

Pero, ¿qué puede más?



Y entonces la vida se revela ante ti como un castillo de naipes que se derrumba. Todo lo que alguna vez había sido se convierte en algo que nunca más volverá a ser. Todo aquello que un día te hizo sentir en casa es lo que ahora sienta como piedras en esos zapatos tan cómodos que antes solías llevar. Pero esos zapatos ya no valen más. Las suelas están desgastadas y rotas de tantos traspiés. La parte superior, descolorida, te mira como pidiéndote una tregua antes de saber que será su fin. Esos zapatos, esos en los que solías sentirte a gusto para andar durante horas no son más que algo que ya no combina contigo. Cuando miras hacia delante ves el mundo de otro modo, un mundo en el que aquellos pobres zapatos tristes son cosas del pasado.

Una puerta se abre frente a ti sabiendo que debes tomar un decisión. Miras a los destartalados zapatos una vez más y te miras a ti mismo con esa seguridad en los ojos que hasta ahora no habías notado. Te desprendes, despacio, de los zapatitos grises desgastados sabiendo que dejas atrás un pasado que ya no podrás recuperar. Y al mirar hacia atrás, al intentar recorrer ese camino que hace tiempo anduviste, ya no está, ni el camino ni los zapatos. En su lugar se encuentra un nuevo camino, despejado, esperanzador y unas bonitas sandalias que te invitan a entrar en una primavera anticipada. Pero dudas, ¿y si las sandalias no te sientan tan bien como aquellos viejos zapatos? Y pruebas y se adaptan a ti como antes solían haces los tristes zapatitos grises, pero estas sandalias son fuertes, te invitan a salir al sol, te invitan a correr riesgos. Pero vas con cautela, poco a poco, ten con ten, porque siempre que estrenas unos zapatos nuevos sabes que pueden hacer daño.

Sigues ese nuevo camino. Un paso. Luego otro. Y entonces sin saber por qué tu sonrisa se ensancha y, aunque eches de menos los zapatos destartalados, aunque quieras echar la vista atrás y volver corriendo a por ellos porque te aportan esa comodidad que ahora extrañas, hay algo que te dice que, el tiempo al que aquellos zapatitos pertenecían, se ha acabado, que es hora de seguir aunque a veces se añore. Porque la vida continúa y es importante no dar pasos en falso y porque, cuando ya llevas la mitad del camino recorrido con aquellas sandalias, te das cuenta de que no es la comodidad lo que te hará feliz en la vida si no el poder de ser capaz de decidir por ti mismo qué es lo que quieres de tu vida y a manejar los recursos que necesitas para hacer tus sueños realidad.

 Y entonces ya no es tanto si los zapatos destartalados o las sandalias combinan contigo si no si todas aquellas cosas que antes solían importar tanto (el qué dirán, las dudas, el miedo a fallar...) tienen ahora tanta importancia como antaño solían tener. Pero no sólo eso, si no si, el resto de zapatos que antes se encontraban cómodos entre sí, siguen siendo importantes en la nueva vida que empiezas y si merece la pena estar a veces mal por personas que ni siquiera te recuerdan salvo cuando les interesa. Y es así, en la vida hay veces que hace falta desprenderse de ciertas cosas para poder continuar en el camino que nos llevará hacia la persona que queremos llegar a ser.

¡Adiós zapatos! ¡Bienvenidas sandalias! ;)