Me habría gustado creer que finalmente las cosas serían
justas. No del todo, pero puede que sí medianamente justas. Sin embargo la vida
se ha propuesto mostrarme una y otra vez sus sinsabores y recordarme que cada cual tiene lo que se
merece. Y es así como han transcurrido los últimos meses entre desdichas, idas y venidas
y comeduras de tarro inútiles que lo único que realmente han originado han sido dolores de cabeza, la mayor parte de las veces, insoportables.
Mi vida, todo lo que había obtenido hasta ese momento, se diluía en
el transcurrir de las horas muertas delante del ordenador. Escribir siempre
había sido mi única vía de escape y, aunque me cueste reconocerlo, llegué a
creer en cierto momento que ni siquiera servía para eso.
Quería gritar. Repetir en voz alta y convencer al mundo
de que existen personas que tienen más de lo que merecen y lo desaprovechan en
las bocas de otras personas, en las noches furtivas de amor en bares de mala
muerte. Y yo...dejándome la voz en el intento de encontrarte, en el caminar de
calles oscuras, en el ruido sordo y contaminado de la capital.
¡Mierda de
vida!, pensé.
Y sí, la vida era una mierda y muy puta la gran mayoría de las
veces, pero ¿qué podía hacer yo? No sabía como ir en contra de las
convencionalidades, yendo contracorriente en un mundo insulso, superficial y
roído. Roído como mis huesos, como mis noches en silencio, como mis amaneceres
entre lágrimas.
Joder, ¡qué sencillo habría sido todo!
Sólo tenías que
quererme, no antes sino ahora, no como cuando éramos críos y jugábamos a
tenerlo todo, no. Sólo tenías que haber comprendido que mi vida empezaba en tus labios y recorría perfectamente tu columna vertebral para acabar en aquel lugar
prohibido del que muchas contaban maravillas. Ojalá hubiera sido como ellas,
ojalá hubiera sacrificado mi orgullo por perderme entre los pliegues de tu piel
cada luna llena. Ojalá hubiera sido valiente, decidida y un poco suicida para
querer lo que me ofrecías sin pedir nada más.
Pero no, sólo fui otra hoja rota
en tu cuaderno, otro silencio desdibujado, otros labios que ya habías besado.
Un página más, ¡qué va! quizá ni eso, en el apasionante cuaderno de tu vida en
versos. Ella la musa y yo el sinsentido de tu vida, las ganas de huída, la
fuerza de voluntad que nunca tuviste para comprender que los caminos sencillos
no llevan a ninguna parte, que mi vida era tuya y que sin ti las rimas sonaban
vacías, casi desangeladas, poco comprensibles y demasiado íntimas.
Y acabe, vagando entre las curvas perdidas de una ciudad sin
nombre, sin vida, ni sueños, ni ganas. Sin nada. Nada más que ese recuerdo
palpitante de tus manos sosteniendo mi espalda, de la complicidad que antaño
existía. Un silencio hecho de llamadas que nunca se produjeron, de ilusiones
que con el paso del tiempo se rompieron...
Es paradójico como la vida acaba
devolviéndote justo al punto donde no desearías nunca regresar. Volver a
aquella plaza, volver a aquel verano, volver y saber que, por mucho que la
historia hubiese cambiado, yo nunca habría sido tu musa y tú siempre habrías
sido mi poesía.
Escribes tan bien que no sé qué es real y qué es narrativa... y dices que creías no saber ni escribir, yo sigo perdiéndome en tus palabras, palabras que me hacen sentir cosas que ni siquiera he vivido y eso es muy bonito pequeña, conseguir transmitir de esa forma no es fácil de lograr..
ResponderEliminarUn besiño y espero que todo vaya a mejor :*