19 de agosto de 2014

Una ciudad que lleva escrito tu nombre

Me habría gustado creer que finalmente las cosas serían justas. No del todo, pero puede que sí medianamente justas. Sin embargo la vida se ha propuesto mostrarme una y otra vez sus sinsabores y recordarme que cada cual tiene lo que se merece. Y es así como han transcurrido los últimos meses entre desdichas, idas y venidas y comeduras de tarro inútiles que lo único que realmente han originado han sido dolores de cabeza, la mayor parte de las veces, insoportables.

Mi vida, todo lo que había obtenido hasta ese momento, se diluía en el transcurrir de las horas muertas delante del ordenador. Escribir siempre había sido mi única vía de escape y, aunque me cueste reconocerlo, llegué a creer en cierto momento que ni siquiera servía para eso. 

Quería gritar. Repetir en voz alta y convencer al mundo de que existen personas que tienen más de lo que merecen y lo desaprovechan en las bocas de otras personas, en las noches furtivas de amor en bares de mala muerte. Y yo...dejándome la voz en el intento de encontrarte, en el caminar de calles oscuras, en el ruido sordo y contaminado de la capital. 

¡Mierda de vida!, pensé. 
Y sí, la vida era una mierda y muy puta la gran mayoría de las veces, pero ¿qué podía hacer yo? No sabía como ir en contra de las convencionalidades, yendo contracorriente en un mundo insulso, superficial y roído. Roído como mis huesos, como mis noches en silencio, como mis amaneceres entre lágrimas. 

Joder, ¡qué sencillo habría sido todo! 
Sólo tenías que quererme, no antes sino ahora, no como cuando éramos críos y jugábamos a tenerlo todo, no. Sólo tenías que haber comprendido que mi vida empezaba en tus labios y recorría perfectamente tu columna vertebral para acabar en aquel lugar prohibido del que muchas contaban maravillas. Ojalá hubiera sido como ellas, ojalá hubiera sacrificado mi orgullo por perderme entre los pliegues de tu piel cada luna llena. Ojalá hubiera sido valiente, decidida y un poco suicida para querer lo que me ofrecías sin pedir nada más. 

Pero no, sólo fui otra hoja rota en tu cuaderno, otro silencio desdibujado, otros labios que ya habías besado. Un página más, ¡qué va! quizá ni eso, en el apasionante cuaderno de tu vida en versos. Ella la musa y yo el sinsentido de tu vida, las ganas de huída, la fuerza de voluntad que nunca tuviste para comprender que los caminos sencillos no llevan a ninguna parte, que mi vida era tuya y que sin ti las rimas sonaban vacías, casi desangeladas, poco comprensibles y demasiado íntimas.

Y acabe, vagando entre las curvas perdidas de una ciudad sin nombre, sin vida, ni sueños, ni ganas. Sin nada. Nada más que ese recuerdo palpitante de tus manos sosteniendo mi espalda, de la complicidad que antaño existía. Un silencio hecho de llamadas que nunca se produjeron, de ilusiones que con el paso del tiempo se rompieron...

Es paradójico como la vida acaba devolviéndote justo al punto donde no desearías nunca regresar. Volver a aquella plaza, volver a aquel verano, volver y saber que, por mucho que la historia hubiese cambiado, yo nunca habría sido tu musa y tú siempre habrías sido mi poesía. 

1 comentario:

  1. Escribes tan bien que no sé qué es real y qué es narrativa... y dices que creías no saber ni escribir, yo sigo perdiéndome en tus palabras, palabras que me hacen sentir cosas que ni siquiera he vivido y eso es muy bonito pequeña, conseguir transmitir de esa forma no es fácil de lograr..

    Un besiño y espero que todo vaya a mejor :*

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