24 de marzo de 2013

Talking to the moon...



Y entonces a las doce en punto de aquella recepción comienza a sonar Talking to the moon de Bruno Mars. Clara levanta la cabeza anteriormente apoyada en el hueco del hombro de su acompañante para buscarlo en la multitud. Hacía tanto tiempo que no escuchaba aquella canción y casi tanto que lo vio por última vez.

En la otra punta del mismo salón a alguien comienzan a brillarle los ojos cuando los acordes de la canción suenan. La orquesta interpreta increíblemente aquella canción que él les ha pedido con anterioridad. Pero, ¿qué pretende en realidad? Sabe que ella está en aquella fiesta, probablemente acompañada, y lo único que se le ocurre es aparecer allí tras tres años sin dar noticias y tratar de reconquistarla.

Clara se separa de su acompañante y se disculpa por tener que marcharse. Vaga entre la gente dejándose llevar por los acordes de aquella música. Cierra los ojos y piensa en él. Se olvida de que se encuentra en una sala abarrotada de gente y comienza a girar y a tararear la canción aún con los ojos cerrados. Entonces alguien se le acerca por detrás y la abraza.

Por fin la ha encontrado entre la gente y ahora la abraza. Ambos bailan al ritmo de la música. Ambos con los ojos cerrados recordando, probablemente, la primera noche en que aquella canción sonó estando juntos. Sabe que ella lo reconoce aún sin abrir los ojos porque no se escandaliza ni trata de salir corriendo.

Y es que Clara piensa que su tacto no ha cambiado. La abraza con fuerza mientras ella sigue con los ojos cerrados deseando que él también los tenga de ese modo. Respira los últimos acordes de la canción mientras se abraza un poquito más a él.

La canción llega a su fin y ambos abren los ojos al mismo tiempo. Se encuentran demasiado cerca, abrazados, con los ojos brillantes de emoción.

- ¿Sabes? Estás incluso más hermosa que aquel día que nos despedimos, si es posible ser más hermosa- dijo Ian esbozando una sonrisa distendida y relajada.

- Tú tampoco estás nada mal- le responde Clara devolviéndole la sonrisa acompañada de una caída de pestañas que le resulta irresistible a él.

- Siento que...-intenta decir él cuando Clara lo calla poniendo un dedo sobre sus labios y acercándose un poco más.

¿De verdad aquello va a suceder? Piensa él. 

Y entonces se besan. Es un beso lento, más maduro, menos apasionado. Ese beso que hace que los tres años que han pasado separados no signifiquen ya nada. Ambos continúan. Ninguno de los dos se detiene y el beso se intensifica olvidándose de los presentes en la sala. Cuando acaban de besarse es ella la que habla:

- ¿Y ahora qué?-pregunta Clara.

- He venido por ti. No voy a volver a marcharme- responde Ian besándola de nuevo los labios.

Entonces ambos se cogen de la mano y salen al jardín. Sentados en un banco comienzan a contarse todo lo que ha sucedido aquellos tres años sin verse. Parece que el tiempo no ha pasado. Por lo menos para ellos...

21 de marzo de 2013

20 PARA 21 (siempre es primavera)



Ahora que voy a cumplir 21 años puedo decir que los 20 han sido sin duda la mejor etapa de mi vida. En tan sólo un año he vivido cosas que no voy a olvidar nunca, he conocido personas que me han demostrado cosas que nunca antes nadie me habían demostrado, me he superado a mí misma y a mis miedos y puedo decir que ha sido una etapa preciosa, llena de gente, de momentos, de sonrisas, de sueños, de cosas que hace un año creía impensables.

Para mí los 20 han significado el antes y el después de mi vida. Los 20 son mi Erasmus y toda la gente tan increíble que he conocido aquí. Mis 20 son Él y todos los buenos y malos momentos que hemos pasado. Pero, sobre todo, mis 20 han sido esa etapa en la que me he permitido ser realmente yo, con mis miedos y mis debilidades, con mis ganas de comerme el mundo y mis sueños, y no me ha ido tan mal.

Estoy viviendo uno de mis sueños de siempre. Vivo en Milán, he trabajado de estilista, estoy haciendo lo que me gusta y me siento agradecida. A veces cuando miro atrás y veo a la Nuria de antes, a aquella que pensaba que no lo conseguiría, me aplaudo a mí misma por haber tenido el valor de apostar, por primera vez, en mí y en que lo conseguiría.

Este año ha pasado demasiado rápido. Apenas en un suspiro ha llegado la Primavera, el frío comienza a pasar y los corazones rotos comienzan a reconstruirse poco a poco. Los días que he vivido desde aquel 21 de Marzo de 2012 han sido para mí uno de los regalos más grandes que ha podido hacerme la vida. He reído hasta dolerme la barriga, me he sentido triste, desdichada y sin ganas y aún así he pasado el bache. En estos 365 días he tenido a mi lado a personas que no me han dejado ni un sólo día sola, que me han apoyado incluso cuando discutíamos por Skype y sin las cuales no puedo vivir a pesar de tenerlas tan lejos. Personas que ni siquiera me han dejado sola en un día tan especial como hoy, personas a las que abrazar, que están en Milán para compartir conmigo un día muy especial para mí.

No pensé que diría esto pero ahora lloro de felicidad mientras escribo esto. En un año he aprendido a valorar muchas cosas, a quererme a mí misma, a vivir mucho más y también a ser más responsable. He aprendido que siempre no se consigue lo que se espera y que eso no significa que debamos sentirnos mal si no que conseguiremos otras cosas que serán incluso mejores.

Sé que cuando repase este tiempo pasado en Milán cuando cumpla los 22 echaré de menos todo lo que tengo aquí. Echaré de menos los días nevados, las sonrisas robadas, las conversaciones en la escalera, las confidencias y tanta amistad. Echaré de menos todos y cada uno de los días vividos aquí porque, al margen de ser buenos o malos, me han convertido en la persona que soy ahora y de la que estoy orgullosa.

Así que gracias por estos 20 tan maravillosos que voy a recordar toda mi vida. Por los 20 son para mí EL AÑO y porque, pase lo que pase, nunca voy a olvidarlo. Aún así los 21 con sus personas de siempre y algunos nuevos empiezan bien y creo que, haga lo que haga, hoy voy a ser feliz, mucho. HOY SOY LA PERSONA MÁS FELIZ DEL MUNDO.

¡FELICES 21 PRIMAVERAS!

17 de marzo de 2013

Pero, ¿qué puede más?



Y entonces la vida se revela ante ti como un castillo de naipes que se derrumba. Todo lo que alguna vez había sido se convierte en algo que nunca más volverá a ser. Todo aquello que un día te hizo sentir en casa es lo que ahora sienta como piedras en esos zapatos tan cómodos que antes solías llevar. Pero esos zapatos ya no valen más. Las suelas están desgastadas y rotas de tantos traspiés. La parte superior, descolorida, te mira como pidiéndote una tregua antes de saber que será su fin. Esos zapatos, esos en los que solías sentirte a gusto para andar durante horas no son más que algo que ya no combina contigo. Cuando miras hacia delante ves el mundo de otro modo, un mundo en el que aquellos pobres zapatos tristes son cosas del pasado.

Una puerta se abre frente a ti sabiendo que debes tomar un decisión. Miras a los destartalados zapatos una vez más y te miras a ti mismo con esa seguridad en los ojos que hasta ahora no habías notado. Te desprendes, despacio, de los zapatitos grises desgastados sabiendo que dejas atrás un pasado que ya no podrás recuperar. Y al mirar hacia atrás, al intentar recorrer ese camino que hace tiempo anduviste, ya no está, ni el camino ni los zapatos. En su lugar se encuentra un nuevo camino, despejado, esperanzador y unas bonitas sandalias que te invitan a entrar en una primavera anticipada. Pero dudas, ¿y si las sandalias no te sientan tan bien como aquellos viejos zapatos? Y pruebas y se adaptan a ti como antes solían haces los tristes zapatitos grises, pero estas sandalias son fuertes, te invitan a salir al sol, te invitan a correr riesgos. Pero vas con cautela, poco a poco, ten con ten, porque siempre que estrenas unos zapatos nuevos sabes que pueden hacer daño.

Sigues ese nuevo camino. Un paso. Luego otro. Y entonces sin saber por qué tu sonrisa se ensancha y, aunque eches de menos los zapatos destartalados, aunque quieras echar la vista atrás y volver corriendo a por ellos porque te aportan esa comodidad que ahora extrañas, hay algo que te dice que, el tiempo al que aquellos zapatitos pertenecían, se ha acabado, que es hora de seguir aunque a veces se añore. Porque la vida continúa y es importante no dar pasos en falso y porque, cuando ya llevas la mitad del camino recorrido con aquellas sandalias, te das cuenta de que no es la comodidad lo que te hará feliz en la vida si no el poder de ser capaz de decidir por ti mismo qué es lo que quieres de tu vida y a manejar los recursos que necesitas para hacer tus sueños realidad.

 Y entonces ya no es tanto si los zapatos destartalados o las sandalias combinan contigo si no si todas aquellas cosas que antes solían importar tanto (el qué dirán, las dudas, el miedo a fallar...) tienen ahora tanta importancia como antaño solían tener. Pero no sólo eso, si no si, el resto de zapatos que antes se encontraban cómodos entre sí, siguen siendo importantes en la nueva vida que empiezas y si merece la pena estar a veces mal por personas que ni siquiera te recuerdan salvo cuando les interesa. Y es así, en la vida hay veces que hace falta desprenderse de ciertas cosas para poder continuar en el camino que nos llevará hacia la persona que queremos llegar a ser.

¡Adiós zapatos! ¡Bienvenidas sandalias! ;)

9 de febrero de 2013

Pero, ¿qué tienen de bueno los cambios?



Una vez alguien me dijo que a veces está bien echar la vista atrás, repasar los acontecimientos pasados, reflexionar sobre las decisiones acertadas y menos acertadas que tomaste, ver las cosas con una perspectiva diversa. Al cabo de un tiempo, cuando repasas tu vida antes de llegar a donde te encuentras ahora, descubres que no eres la misma persona que empezó esta aventura. Ya no eres la misma niña asustadiza y poco segura de los meses anteriores a que tu realidad actual fuera la que es ahora. Y ves que, las cosas que hasta ahora habían sido el centro de tu mundo, todas los sitios que te marcaron, las personas que estuvieron, han cambiado en el trascurso del tiempo. Tu vida ya no es como antes y nunca volverá a ser igual. Y sí, puede que los cambios asusten, creen incertidumbre y a veces no sean como esperamos pero, ¿qué pasa cuando esos cambios nos acercan un poco más hacía la persona que queremos ser en un futuro? ¿Qué pasa si todas aquellas cosas que antes te habían parecido un mundo ahora son sólo pequeñas estupideces sin sentido?

Hay veces que te das cuenta de todo esto en una tarde fría de Enero al mirar fotos que ni siquiera recordabas que estuvieran ahí. Traes de nuevo a la mente esa manera de reír tan particular, o esas frases fuera de sentido o esas ganas excesivas de llamar la atención de algunos, pensando que, si no hubieras tomado aquella decisión, quizá todo habría seguido estático. Ahora entiendes perfectamente por qué ellos tenían miedo a que te fueras. Tenían miedo porque sabían que, a tu vuelta, la vida que se había construido durante meses y años cambiaría inevitablemente. Incluso tú al principio también tenías miedo pero, ¿miedo de qué? Miedo a no encajar, a no ser quien realmente querías ser, miedo a fallar, a desfallecer, a quedarte a medias. Miedo a crecer y miedo a las circunstancias de ese acto. Y miedo a perder, miedo a dejar de importar, miedo a olvidar...

Pero, con el tiempo y las experiencias, la vida te enseña que los cambios pueden ser algo maravilloso. Puede que te dé por mirar atrás entre tantas cosas inesperadas y tantas quejas y ver como ahora eres feliz y esa felicidad no habría sido posible si no hubieras decidido que el tiempo de cambiar había llegado. Y es, la mayor parte de las veces, el miedo a perder lo que queremos lo que nos impide tomar aquellas decisiones que son importantes y positivas para nosotros. Y puede que todos tengamos en la vida una persona que, si nos pidiera que no nos marcháramos, tiraríamos la casa por la ventana y nos quedaríamos sin pensarlo dos veces. Sin embargo, lo que el tiempo también me ha enseñado es que, si las cosas son de verdad, por muy lejos que estén las personas, por mucho tiempo que pasen separadas, las cosas sucederán si tienen que suceder, y eso es así. Porque todo el mundo evoluciona y porque, si no lo hiciéramos nuestra vida no valdría nada. Porque a veces está bien levantarse una mañana y sentir que todo es posible si se tiene fe en uno mismo y porque, pase lo que pase, el mundo no dejará de girar a no ser que seamos nosotros los que lo detengamos.

4 de febrero de 2013

Los finales son inevitables...

Hay una verdad universal que todos debemos afrontar queramos o no: al final todo se acaba.

Por mucho que deseara que llegase este día, nunca me han gustado los finales. El último día de verano, el último capítulo de un buen libro, separarte de una buena amiga...Pero los finales son inevitables. Llega el Otoño. Cierra el libro. Dices adiós. 

Hoy es un día de esos para nosotros. Hoy nos despedimos de todo lo que nos era familiar, todo lo que nos resultaba cómodo. Pasamos página pero sólo porque nos vamos y eso duele. Hay personas que son una parte tan importante de nosotros que estarán ahí pase lo que pase. Ellos son nuestra tierra firme, nuestra estrella polar y esa voz de nuestro corazón que siempre nos acompañará.

SIEMPRE.

30 de enero de 2013

Noches de insomnio


Alomejor es eso lo que me hace falta ahora. Una relación que se construya día a día, basada en el cariño, en tardes sentados en la mesa de un bar hablando, en ratos cocinando entre risas. Quizá no hace falta que sea irracional para que sea sincero y te llene. Quizás es eso, quizás es que me he acostumbrado tanto a que me hagan daño que el hecho de que ahora me quieran de una manera tan sana me abruma.

Y es bonito cuando me mira de esa manera, cuando su mano roza ligeramente la mía o me abraza sin venir a cuento y es bonito porque no va deprisa, porque no entiende de tiempo, no entiende de presiones, simplemente es alegre, reconfortante y saludable para ambos.

Son noches sentada delante de un ordenador pensando en cómo será el día siguiente a su lado aunque él te repita, cada día, que deberías vivir más y pensar menos. Y es que te hace bien. Es pausado, sincero, coherente e incluso desconcertante. Tienes dudas porque no es el típico chico con el que siempre has estado y puede que eso sea lo bueno, que es diferente y  tierno, que sabe lo que quiere y que quiere lo que tiene, que aprecia cosas que tú no sabes apreciar y que te enseña a cómo hacerlo.

Y  es que quizá deba ser así, quizá deba ser amistad sincera y luego cariño y con el tiempo quien sabe si algo más y puede que empiece por conformismo o por seguridad pero puede que con el tiempo se convierta en eso que siempre se espera y puede que sea así porque cuando le miras no sientes que esté roto por dentro y tus defectos, todas tus inseguridades, se disipan cuando te dice que incluso sin maquillar eres preciosa.

Pero después de todo nunca sabrás si estás preparada porque te has roto tantas veces que te da miedo que esta sólo sea otra recaída más, que sea otro bache y que te hundas incluso más de lo que ya estás pero, ¿cómo podría alguien tan dulce como él hacerte daño?

Las noches son largas y frías con esa ausencia de cariño que te acompaña desde hace meses. Los días se hacen eternos cuando no tienes alguien con quien compartir incluso las cosas malas del día. Y los amaneceres…eso ya es otro cantar. Por eso su compañía, en los días impares, se torna como una ráfaga de aire fresco entre tanta organización, inseguridad y excesivo perfeccionismo. Porque cuando estás a su lado el tiempo deja de contar en el minutero y los momentos de dispersión, de dejarse llevar se alargan en tardes frías del mes de Enero. Porque, como bien dicen, no tiene que ser perfecto para ser bonito y no tiene que ser pactado para ser real, esperanzador y, a veces, incluso apetecible. Porque a veces está bien dejarse llevar si es con la persona adecuada.

15 de enero de 2013

Es cierto, es ÉL


Ahora que se ha terminado puedo contaros la verdad…

Creo que nunca he estado tan enamorada de nadie como lo he estado de él (y alomejor lo sigo estando, no lo sé). Desde el primer momento en que nos comenzamos a mirar de modo diferente supe que se convertiría en una persona especial pero, aún a día de hoy, a pesar de que se haya terminado, sigo pensando que es el hombre de mi vida y que si no es Él no será ninguno.

Podéis creer que esta es otra de mis mil historias, que siempre es lo mismo pero, por primera vez, puedo decir que esta vez es diferente. Él es diferente, siempre lo fue, y eso es lo que me volvió completamente loca por él. No buscaba agradar, no buscaba que yo le riera las gracias o que sólo fuéramos una pareja convencional, era mucho más. Era un joven de preciosos ojos verdes con un gran ingenio y un gran futuro por delante (y aún lo es).

Cuando nos dijimos adiós la primera vez, cuando nuestros caminos acabaron en países diferentes pensé que lo olvidaría pero, ni siquiera tres meses sin ver su preciosa sonrisa, consiguieron borrarlo de mi mente  ni un instante. Y aún a día de hoy, a pesar de ser yo la que le ha puesto punto final, me pregunto si podría haberlo recuperado antes de perderlo del todo.

Porque era Amor, con A mayúscula. Eran sentimientos de esos que no se necesitan describir, que sencillamente llenan y, debo reconocer, que nunca en mi vida he sido tan feliz como lo he sido con él. Él cambió mi mundo pero no del modo en que lo hicieron los otros antes, no, Él simplemente aprendió a quererme de un modo que nunca creí que fuera posible querer y yo le entregé cada instante de mi vida, cada suspiro porque le pertenecía, era suya, suya y de nadie más.

Nunca necesité otras caricias que no fueran las suyas. Nunca quise otros besos que no salieran de sus labios. Nunca deseé otros te quieros que no fueran los suyos. Nunca pedí más de lo que pudo darme porque me lo dio todo. Nunca creí que diría esto pero, ahora que no le tengo, todo lo que antes tenía sentido ya no lo tiene. No soy capaz de vivir sin él, porque no quiero querer a otra persona que no sea Él, porque no quiero otro amanecer al otro lado del mundo si no son sus ojos en los que me reflejo, si no es su sonrisa la que me ilumina el rostro, si no son sus brazos los que me hacen sentir en casa.

Y lo peor es que es Invierno. El Invierno más frío que estoy viviendo y echo de menos abrazarlo bajo las sábanas y sentirme en casa. Echo de menos que me diga esas dos palabras en los momentos más inoportunos y echo de menos todas esas cosas que no se pueden describir. Echo de menos su manía de desconcentrarme cuando quería estudiar, sus caricias sobre mi piel, los días de verano, las miradas de complicidad y esas locuras que sólo me atrevía a cometer a su lado.

Puede que la gente no lo entienda. Puede que para ellos sólo sea un tío que me destruyó pero para mí siempre será la persona a la que le entregé mi corazón sin reservas, sin importar cuando durara porque lo amaba, lo amaba por encima de todas las cosas existentes en la tierra y porque si me hubiera pedido que lo dejara todo por él lo habría hecho.

Y aunque duela. Aunque cada día sea el primero y el último de mis pensamientos a pesar de no poder tenerlo, los buenos recuerdos, esa magia que compartimos me recuerda que tuve la suerte de conocer a alguien que me demostró que todo lo que había considerado felicidad hasta ese momento ni siquiera se le acercaba a la intensidad de sentimientos que experimenté a su lado. Porque aún hoy, aún después de marcharme sin mirar atrás, daría cada respiro de lo que me queda de vida por volverlo a tener a mi lado y no importa tener que ir al fin del mundo para buscarlo porque cuando me dice que es raro con esa mirada tierna mi corazón se derrite como nunca antes lo había hecho.

Y, ¿sabéis por qué sé que es el Hombre de mi Vida? Porque cuando miro hacia ese futuro tan oscuro al que nos enfrentamos es la única certeza que tengo, es la razón por la cual lucho cada día para no hundirme, es el motivo por el que me levanto cada mañana aunque Él no lo sepa. Porque no soy capaz de querer a nadie como lo quiero a ÉL y porque mi vida no sería vida si Él no hubiera aparecido. Porque si tengo que esperarlo toda la vida voy a hacerlo, porque en el poco tiempo que compartimos me dio todo lo que me había faltado durante mis 20 años de vida y porque no es lo mejor que me ha pasado en los 20, si no lo mejor que me ha pasado en la vida. 

8 de diciembre de 2012

Mira la vida..


Llega un momento en el que comprendes que la vida va de prioridades. Llega un momento  en el que sabes que no puedes tenerlo todo y perderás cosas por el camino. Llega un momento en el que descubres que elegir es algo que haces millones de veces al día aunque a veces no te des cuenta de ello. Eliges tu suerte al despertarte por las mañanas, eliges cuando decides correr o no para alcanzar el autobús, eliges cuando decides hacer una cosa y no otra. Las prioridades son eso, tomar una decisión cuando se te presentan dos o más posibilidades.  Elegir vivir a que te digan la vida que debes vivir. Elegir luchar aunque los demás te digan que deberías tirar la toalla. Elegir dejar tu vida pasada y comenzar una nueva lejos de todo aun sabiendo las consecuencias de tu decisión.

Con el tiempo y la experiencia aprendes que, a veces, ir contracorriente es lo que realmente te hace valioso. No seguir a la masa, no encasillarte, ser diferente puede abrirte una infinidad de puertas pero, escucha, debes saber una cosa. A veces, cuando sabes lo que quieres conseguir, cuando sabes que hay personas que pasarán por tu vida sin dejar huella, debes comprender que estarás solo, que te criticarán por no ser como el resto, que desfallecerás un millón de veces y necesitarás la fuerza y el coraje para levantarte porque, muy pocas veces, habrá alguien ahí que te tienda una mano sin esperar algo a cambio.

Porque la vida es así. Es egoísta y caprichosa. Es cruel y traicionera. Pero también es dulce, sorprendente y gratificante. Porque algunas decisiones te llevan a lugares que jamás habrías imaginado. Porque algunas decisiones te ponen delante a gente que de otro modo no habrías conocido. Porque esas decisiones, a veces tomadas con prisa para huir de algo, pueden cambiarte la vida, pueden ayudarte a madurar y a ver toda tu historia de otra manera. Porque la vida es saber mirar a la vida, saber observar sus detalles, sus atisbos, lo que calla, esconde y a veces dice entre susurros. 

La vida es tan sutil a veces que no nos damos cuenta de que las cosas suceden por algo. De que a veces necesitamos perder y sentirnos débiles para comenzar con más ganas y plantearnos las cosas de otro modo. A veces tenemos que dejar atrás esa dependencia que siempre nos ha caracterizado para volvernos más independientes, para saber que, pase lo que pase, siempre nos tendremos a nosotros mismos aunque el resto del mundo falle. 

Porque tal y como alguien dijo una vez: ‘’Nacemos solos y morimos solos’’. Aunque siempre hay personas que llegan a nuestra vida para demostrarnos que, a veces, podemos estar equivocados. 

20 de noviembre de 2012

Terminar de perderse

Me habría gustado contar que conocía cada recodo de su piel, que conocía sus muecas y sus manías de cada momento. Me habría gustado decir que fuimos felices, que siempre tuvimos todo a nuestro favor. Me gustaría decir que no dolió, que fue perfecto pero, al final de lo que quise creer siempre, ninguna de las cosas arriba escritas sucedieron.

Nos enamoramos y nos rompimos. Nos derrumbamos el uno al otro como piezas de un ajedrez invisible, imaginario. Nos odiamos casi tanto como nos quisimos y nos entregamos salvajemente el uno al otro para luego acabar durmiendo en camas separadas. Siempre quisimos creer que encontraríamos el modo de entendernos entre tanto dolor pero nunca lo conseguimos, es más, creo que nunca lo intentamos. Adorábamos tanto nuestra guerra personal que ninguno era capaz de dejarla. Nos podía demasiado esa sensación de imparable destrucción, de romper muros y reventar nuestras respectivos mundos en mil pedazos una y otra vez. 

Tú siempre quisiste creer que nos perteneceríamos siempre y yo desde el principio también quise pensar eso. Pero tú y yo no somos más que polvo, no somos más que la negra sombra alargada de los que éramos antes de conocernos. Nos hemos pasado tanto tiempo refugiados en esta aparente rutina de dolor y destrucción que ni siquiera somos capaces de reconocernos a nosotros mismos entre las tinieblas que ahora cubren nuestras vidas malgastadas. 

Nunca tuvimos sueños más allá de aquella cama de motel. Nunca tuvimos vida más allá de la parte trasera de tu coche de segunda mano. Nunca fuimos el uno el otro porque jamás supimos lo que significaba realmente querer. Nuca tuvimos la oportunidad de hacerlo de otro modo y, ahora que no estás, me cuesta asimilar el hecho de que nunca jamás volverás a romperme.

Ojalá aquella noche no hubiera existido nunca. Ojalá te hubiera dicho la verdad Ojalá no hubiera decidido no compartir precisamente la noche que todo acabó. Ojalá no nos hubiéramos gritado como los hicimos. Ojalá hubiéramos dejado de perder antes de perdernos del todo y ojalá pudiera pedirte perdón por todas las veces que supe que podía haberle puesto solución y no lo hice.



16 de octubre de 2012

Un día quince..


Tres historias paralelas al mismo tiempo: quien era, quien soy y quien quiero ser. Echar de menos y perderse en el principio. Ser feliz, a ratos, a intervalos lúcidos entre la madurez y la niñez. Quererse, a veces, pero siempre con reparos y rencores. Y olvidar, empezar de cero y sentir que el mundo no ha podido golpearte más fuerte. Los desafíos ahora se tornan como muros infranqueables por los que te ves incapaz de escalar. Te desgarras los nudillos, gritas con fuerza y desistes al segundo intento. A veces los muros infranqueables no merecen la pena, te dices a ti mismo para convencerte.

Es la lucha entre la estupidez y la cordura, la decisión entre ser valiente y quedarse o reconocer lo obvio y retornar al principio. Pero, ¿al final cuál es la verdad de mis insomnios? Entonces se resquebraja una mirada, la suya, y el mundo se para en el preciso instante en que su sonrisa torcida se dibuja en mi mente. Era feliz, seré feliz, pero ahora mismo, en este preciso instante, siento que no puedo permitírmelo.

Entonces avanzo. Hace frío. Estoy en el tercer piso de un sitio perdido lejos de Milán. Milán, la que debería ser mi ciudad y mi guía y que ahora siento como el hoyo infinito de mis más profundos desencantos. Milán con sus calles llenas de vida por las que al caminar, solo, pierdes el sentido. Milán y su sonido especial, su magia, y yo encerrada entre cuatro paredes de un blanco hospitalario que me impiden ver el sol.

Y su sonrisa torcida. ¿Qué tiene esa sonrisa? Pero no lo comprendo. Me siento tan indecisa que no sé por dónde empezar a sentir primero. Mi corazón ha decidido parar de crepitar y ya ni responde a los latidos. Sólo se escucha silencio y el miedo llama apurado a mi puerta. Y no quiero que entre pero cada noche duerme conmigo. Y es traicionero y cruel pero al menos me hace compañía y me reconforta. ¿Realmente merece la pena dejarlo entrar aunque me dañe?

Pero ya no vale nada. No consigo ver más allá de la negatividad de mis pensamientos nocturnos. Intento cerrar los ojos. Un fuerte dolor inunda mi cuerpo y me siento tan desamparada como el día que pise el lugar en el que me encuentro. Sí, todo ha cambiado, todo ha cambiado menos yo que sigo siendo idiota, poco madura y nada independiente.

Ese es el problema. Milán necesita que cambie para encajar entre sus increíbles extensiones de recuerdos de tantas épocas pasadas. Milán necesita que crezca, que madure y aprenda a valerme por mí misma. O quizá no es Milán quien lo necesite, quizá soy yo quien necesite un cambio. Quizá ahora mismo, ahora que me siento tan perdida, sea el momento de hablar de los límites infranqueables. 

15 de septiembre de 2012

GRACIAS


Un sinfín de emociones recorre ahora mismo mi cuerpo. Cuando esta mañana he amanecido a las doce ni siquiera hubiera alcanzado a imaginar la cantidad de sensaciones que he experimentado hoy. Hacía tiempo que me sentía algo inerte, sentía que las cosas que me pasaban, las situaciones que vivía, no me llenaban desde que él se fue pero hoy eso ha cambiado.

Hoy he recibido una de las mayores lecciones de mi vida. He aprendido que a veces no consigues lo que quieres pero que, si luchas, la vida te regala cosas incluso mejores. Hoy he aprendido que es importante jugar limpio, que es importante ser uno mismo y que los amigos son la familia que nosotros elegimos para compartir nuestra vida.

Hoy he llorado. Me he sentido defraudada por mí misma cuando no he conseguido algo que ansiaba pero me he dado cuenta de que no lo he conseguido porque no lo hacía por mí, estaba tratando de demostrar algo de un modo estúpido e inconsciente, estaba intentando callar bocas de una manera poco cuerda y meditada y en eso también me he dado cuenta que necesito mejorar. Hay mil y una maneras de demostrar ciertas cosas y yo hoy no he elegido el modo más correcto.

Pero también ha sido un día en el que me he sentido realmente especial, mejor dicho, me han hecho sentir realmente especial. Hoy he tenido a mi lado a personas que me han demostrado que, a pesar de los malos momentos y las discusiones, las amistades pueden a todo eso y que, si te esfuerzas, puedes demostrarle mucho a una persona con un par de horas en su compañía y con una sonrisa. A veces es lo complicado, lo que más cuesta, lo que ni siquiera esperas lo que te hace feliz y, aunque esa felicidad dure un instante, un minuto o unas horas esa sensación no te la puede quitar nadie, es tuya y la recordarás siempre.

No os hacéis una idea de lo gratificante que es mirar al exterior y ver como otras personas se sienten felices y realizadas cuando te ven desenvolver un regalo que ellos mismos han preparado con esmero. No os hacéis una idea de lo bien que sienta que alguien te diga que eres especial, que es difícil encontrar a alguien como tú. No os hacéis una idea de la sensación que produce el hecho de sentirte en paz contigo mismo después de mucho tiempo juzgándote por cosas que hiciste en el pasado.

Hoy estoy delante del ordenador y pongo esta entrada para dar las gracias, para agradeceros el día de hoy y esto va tanto para los que estáis cerca como para los que estáis lejos. Si vosotros no hubierais creído en mí a pesar de mis errores yo no habría logrado comprender que puedo ser mejor persona y que, igual que a mí me habéis dado la oportunidad de mejorar, yo debo aprender a perdonar y brindarles esa oportunidad a otros. Así que desde aquí te digo a ti (tú que sabes quién eres) que quiero que lo intentes, quiero volver a confiar en ti y que estemos como antes porque te quiero en mi vida y porque, en las buenas y en las malas, siempre vas a ser alguien importante para mí.

Así que puedo decir, oficialmente, que he vuelto, mejorada y renovada con ganas de vivir estos últimos días en Madrid y con una infinidad de gratitud por todos los momentos increíbles que he pasado durante estos últimos meses. Vosotros me habéis cambiado, me habéis dado la fortaleza que a veces me falta y os habéis hecho indispensables para mí. Me habéis dado la mayor lección de todas: cuando vives al 100%, cuando no te pasas la vida haciendo cálculos es cuando realmente vives, sientes y conoces a personas tan maravillosas como sois vosotros.

Mil gracias amigos. En las buenas y en las malas. Lo prometo.

15 de agosto de 2012

Nuevos comienzos, antiguas despedidas.


Decidí cambiar mi vida el mismo día en que me dijiste que no podíamos seguir así. Aquella despedida tan espera e inesperada a la vez resquebrajó la serenidad de mi vida, aquella que durante meses había estado construyendo a tu lado. Aquel adiós me dejó sabor a dolor y a recuerdos, pero nunca supuse que me desviaría tanto de mis metas escogidas. Deambulé por la vida como una persona que se obliga a no sentir, desamparada y destruida emocionalmente. Me refugié en los brazos de otras personas pensando que así mi dolor se calmaría, que acallaría a la soledad de mi alma inquieta, pero me equivoqué. Cuanto más me obligaba a ser feliz en otros brazos que no fueran los tuyos, cuanto más hipotecaba mi cariño más daño me hacía. Tú me habías herido pero, incluso yo, era capaz de herirme todavía más.

Decidí que era el momento de dejar de mirar atrás. Ya no estábamos juntos y no sabía si algún día volveríamos a estarlo pero decidí mirar hacia delante por lo que habíamos compartido. Durante meses me convencí de que no existía otra vida que no estuviera ligada a la tuya pero cometí un error, cometí el error de quererte más que a mí misma. Te seguía queriendo y sabía que eso no iba a cambiar por mucho que me empeñara en enlazar mi vida a otras empresas. No valía de nada autoconvencerse de que cualquiera sería mejor que tú cuando eso no era cierto. Nadie ocuparía tu lugar y eso estaba empezando a saberlo.

Abandoné la habitación. Abandoné mis recuerdos de nosotros en aquel estanque donde escuché por última vez tu voz. Y me sentí libre. Te quería tanto que aceptaba la realidad de que no pudieras ser feliz a mi lado, de que quizá no era nuestro momento. No miré nunca más atrás. No te olvidé. Simplemente decidí emprender otro camino. Escogí la vida, escogí la lucha por conseguir mis metas y por un futuro que quizá fuera a tu lado o quizá no. Sólo sabía que no me rendiría, que no me dejaría vencer, que era el momento de dar un paso al frente y sonreír por todas las cosas tan increíbles que me había regalado la vida, tú entre ellas.